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Un hombre enigmático llega a una fonda de un pueblecito inglés. Al cabo de un tiempo el posadero intenta echarlo, pero se llevará una sorpresa al descubrir que su inquilino es un hombre invisible
El hombre invisible es una de las muchas producciones bizarras realizadas por la Universal, y en su gran mayoría dirigidas por el británico James Whale, a principios de los años treinta. La historia basada en una novela del clásico H.G Welles, guarda numerosas similitudes con otra obra anterior del mismo estudio estrenada en 1931, El doctor Frankenstein, ambas cintas coinciden en ofrecer una visión costumbrista de las apacibles villas inglesas, en contraste con lo fantástico o bizarro de sus respectivos relatos. Esta digresión ambiental hará que el film se muestre sencillo en sus facetas más básicas, como pueden ser la presentación de personajes, del marco espacio/tiempo, del conflicto…, pero que resulte tremendamente accesible y entretenido para el espectador que busque pasar un buen rato, sin mayores expectativas. En el aspecto ético, el relato hace referencia a los posibles peligros que puede acarrear el avance descontrolado de la ciencia, pudiendo llegar incluso a trastornar a los propios científicos, que creedores del poder absoluto irán cayendo en una progresiva locura capaz de aflorar los instintos criminales más básicos del ser humano.
Técnicamente la película es correcta, de acuerdo no obstante a su año de filmación. Los efectos, aunque mal envejecidos, consiguen cumplir de forma aceptable su objetivo. La dirección de Whale sin ser excesivamente buena regala algunas secuencias amenas y divertidas, como puede ser la reunión de los habitantes del pueblo en la casa del matrimonio de posaderos o la persecución final de la policía sobre el desquiciado doctor. El reparto lleva a cabo un acertado trabajo, en especial Claude Rains, que curiosamente se lanzo a la fama con este largometraje en el que apenas aparece en la última escena con su figura real. La banda sonora muy escasa únicamente hace acto de presencia en determinados momentos, incrementando así la tensión de las secuencias más importantes de la trama.
En definitiva, nos encontramos ante una notable película que sin contar con una historia perfecta, una dirección magistral o un reparto épico, consigue entretener y atrapar a todo aquel espectador que busque disfrutar de un buen rato de cine clásico