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Versión restaurada de esta nueva muestra de la genialidad de Ivan Mosjoukine.
A Epstein se le tiene un poco de miedo, especialmente el espectador vamos a llamarlo más tradicional, ése que sólo acepta el cine con el corte más simple: exposición-nudo-desenlace, sin añadidos ni florituras poético-experimentales. En pocas palabras: un cine que "se entienda".
Epstein no ha sido considerado precisamente como un relator al uso, un seguidor de los cánones establecidos del cine tradicional. Si habéis visto "La caída de la casa Usher", sabréis de qué hablo. Justamente tras ella, Buñuel, que colaboró con Epstein en las escenas de interiores, rompió su relación porque no comprendía la admiración que el francés sentía hacia Gance. Sin embargo, nada más equivocado que comparar el cine de Gance con el de Epstein...
"Le lión des mogols" es una historia engañosa; empieza en forma de epopeya con Gran Khan de por medio, pero a los diez minutos se reconvierte en un relato de cine dentro del cine. ¿Cómo logra Epstein ese cambio prodigioso de tema y de época? Habréis de verlo, claro.
Y en ese relato caben los amores, las venganzas, el odio y París como fondo. ¿Un hilo convencional? En absoluto. El toque, la mecánica y el lenguaje de Epstein se nos da, siquiera en dosis limitadas, a lo largo de la película: imágenes contrapuestas, fundidos que enmarcan a la figura principal y emborronan su entorno, montaje nervioso, elipsis...
Punto y aparte para el protagonista, Ivan Mosjoukine. Cuando miraba hacia la cámara, en primer plano, se paraba el mundo. Y no movía, casi, ni un milímetro su expresión durante todo el filme; y cada vez que miraba, el mundo se volvía a parar. Era magnético. El "Valentino" ruso, como se le llamó, el verdadero antecesor del star-system masculino, el que tenía tanto talento que no necesitaba más que clavar los ojos en la pantalla para expresar decenas de sentimientos, aquí vuelve a ser el alma de la función. Como por otro lado la película tiene su interés, me pemito recomendárosla sin ningún apuro. Comprobaréis que el mito Mosjoukine sigue bien vivo.