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No hay que confundir esta película con otra del mismo año y título, dirigida por Hugh Ford, ni con otra más de 1921. Por desgracia, se desconoce el director de ésta.
Como podemos apreciar, en esta época la producción de temas dedicados a la trata de esclavas y a los raptos de mujeres por parte de los mormones era abundante. Aquí, sin embargo, se nos presenta una historia en la que los citados traficantes tienen un aspecto marginal, ya que los derroteros de la misma enseguida toman el rumbo de un relato amoroso con sorprendente final. De hecho, los dos delincuentes dedicados a la trata de blancas tienen más bien una torpeza infinita y siempre acaban con mal pie en cuantas empresas criminales se fijan.
Es una cinta muy esquemática, con giros sorprendentes y a veces incomprensibles, debido a un guión disperso y poco elaborado. Como curiosidad, el galán de turno es el más tarde director James Cruze y en un par de escenas se nos escamotean sendos desnudos, que hemos podido advertir al pasar las escenas fotograma a fotograma mientras redactábamos los intertítulos.
Curiosidad, pues, que se deja ver sin fatiga, pero que tiene un interés casi puramente arqueológico.