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La enorme obra de Duvivier, en lo que respecta al silente, no es muy conocida: "Poil de carotte", "Au bonheur des dames" y eso es todo. La única copia disponible de "Le mystère de la tour Eiffel" estaba en holandés y, aunque tiene una duración de más de dos horas, faltaba un gran fragmento, teniendo en cuenta el guion, que presenta una cámara de torturas donde el héroe está encarcelado. La historia es completamente inverosímil, digna de las extravagancias de Feuillade en la década anterior; incluso Souvestre y Allain, quienes escribieron "Fantomas", no producirían una trama tan descabellada, absolutamente imposible de contar.
Tengamos en cuenta, sin embargo, que los "Compañeros de la antena", en la sinopsis francesa, se convirtieron luego en el Ku Klux Eiffel (sic), lo cual tiene sentido, ya que estas personas siniestras están vestidas como el maléfico KKK estadounidense; que el joven que interpreta a Reginald, Jimmy Gaillard, se convertiría en actor cuando creciera (especialmente en "Gringalet" o "L'amant de Borneo"); que la fortaleza de Rochenoire tiene una arquitectura extraña en el interior y unas ventanas que, cuando intentas abrirlas, aparecen barras. El gráfico de sombras (Ku-Klux-Eiffel) es un truco que Duvivier volvería a usar mucho más tarde en una escena de "L'affaire Maurizius" (1954). Lo mejor de lo que queda de la obra original son las escenas finales en la torre Eiffel, donde Duvivier ya demostró que sería uno de los más grandes directores franceses de todos los tiempos. Filmó la famosa torre de una manera casi aterradora: los marcos de acero, los cables, todo crea un nuevo mundo donde los hombres son como arañas en una telaraña gigante, mientras que la multitud parece hormigas en el Campo de Marte.