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El pueblo de Thrums, en Escocia, está alborotado. Los salarios de los tejedores han sido recortados y se están reuniendo y alborotando por esa razón. El noble local controla los salarios y no tiene intención de subirlos. En su lugar, envía al regimiento del ejército (que usa uniforme de gala en todas las ocasiones) para capturar a la joven gitana, Betty Compson, que ha estado distribuyendo alimentos a los pobres y ayudando a los líderes a escapar, con la connivencia involuntaria de George Hackathorne, el nuevo ministro, que se ha enamorado de la criatura salvaje.
Los ancianos chismosos de la Iglesia están horrorizados. Ninguno de estos hombres sabe quién es la gitana, que juega a disfrazarse y disfruta de la libertad de ser una criatura despreciada. La película se desliza rápidamente a lo largo de su trama, impulsada por la historia de J. M. Barrie, un poco demasiado brusca para mi gusto en apenas sesenta y ocho minutos. El director es Penrhyn Stanlaws quien saltó a la fama como ilustrador; entre sus modelos se encontraban Mabel Normand y Florence Labadie. Ciertamente, en la película hay evidencias que demuestran que tenía un buen ojo para la belleza, no sólo de la variedad femenina, sino también de paisajes al aire libre y composiciones grupales.
Aunque prefiero versiones como la de Katherine Hepburn de la década de 1930, ésta no desmerece de aquélla, aunque a uno le hubiese gustado que la trama se centrase un poco más en el conflicto con los tejedores. Y Betty Compson está adorable.