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Ripeada por Arupa a partir de un xvid de 1,6 GiB
Los dos personajes principales de la acción son un capitán fuerte y elegante, portador de la gloria que la guerra da a los altos mandos, y un sargento desastrado, encargado del trabajo sucio al frente de los soldados. Su relación es dura e intensa y bajo las más definidas formas del odio esconde una profunda amistad, ese tipo de nobleza entre dos hombres, por encima de circunstancias y rivalidades, que alimentó buena parte del cine de Howard Hawks, quien declaró: "No hay duda de que estoy muy influenciado por El precio de la gloria. Era una obra realmente buena y Raoul Walsh hizo con ella una película muy hermosa". Veintiséis años más tarde John Ford hizo su propia versión de una obra que admiraba mucho. Precisamente uno de sus autores, Laurence Stallings (que también escribió la historia en la que se basó El gran desfile, de King Vidor) fue guionista de algunas películas de Ford.
Ricardo Aldarondo
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Los personajes del Capitán Flagg y el Sargento Quirt protagonizaron otras cintas a principios de los años treinta, todas ellas sonoras: The Cock-Eyed World (El mundo al revés, 1929), Women of All Nations (Vaya mujeres, 1931), ambas dirigidas por el propio Walsh, un cameo en The Stolen Jools (William C. McGann, 1931) y Hot Pepper (Pimienta y más pimienta, 1933) de John G. Blystone. También actuaron Edmund Lowe y Victor McLaglen como pareja protagonista, pero no desempeñando aquellos personajes, en otra película de Walsh, Under Pressure (Bajo presión, 1935), así como en Call Out the Marines (Frank Ryan & William Hamilton, 1942), esta última rodada en plena Segunda Guerra Mundial.
El citado Hawks en el atinado artículo de Aldarondo realizó poco después, en 1928, un film muy influenciado por éste de Walsh, A Girl in Every Port (Una novia en cada puerto, 1928) también protagonizado por una pareja masculina (uno de cuyos miembros fue curiosamente Victor McLaglen) que rivalizaba por los favores de una atractiva chica, para terminar descubriendo las bondades de la amistad varonil.
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La película incluye varias subtramas; en ellas, a veces Walsh se pasa y otras veces se queda corta. Veámoslo caso por caso.
-- Como comedia cómico-romántica: más de dos tercios de una película de dos horas dedicados a las trifulcas constantes entre el sargento y el capitán es demasiado metraje desperdiciado. Llega un momento en que los mismos McLaglen y Lowe parecen cansados de repetir la enésima bronca y no les queda más que jugarse la chica (preciosa Dolores del Río) a la carta más alta... con la pistola cerca por si se tercia disparar. En este aspecto, la película "se pasa".
-- Como vehículo de denuncia contra las guerras: parece indudable que Walsh pretendía mostrar el lado más oscuro de la inutilidad de una contienda militar. Una guerra es el recurso habitual que tiene un gobierno cuando pretende acallar las voces democráticas que amenazan su estatus. Al morir el soldado-niño de mamá en su bautismo de fuego, esa denuncia se hace muy evidente. Lástima que tan buenas intenciones no abunden en el filme, entre discusiones de opereta de los dos protagonistas. Aquí, la película se queda corta.
-- Como cinta bélica: en este punto, nada que objetar; hemos tenido que esperar casi hora y media de metraje, pero la representación visual de esa terrible batalla nocturna es ejemplar. Trávelling que recorre toda la trinchera con los soldados agazapados, oleada de ataque seguida por la cámara, crueldad y violencia necesarias, el horrendo resplandor de las bombas estallando que iluminan la noche... aquí Walsh se encuentra a gusto. De hecho, es una de las batallas filmadas más crudas y perfectas que recordamos. Un diez.
Falta un poco de la socarronería irlandesa de Ford. Tiene buenos secundarios (el de la pedorreta es genial), pero merecían más "chicha", más espacio. Falta también... en fin, falte lo que falte la película es lo que es y nada puede variarla. Salud y que os aproveche.
Eddie Constanti
