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El sonido de la tierra al temblar


Personal

Valoración personal: 8 stars

General

Titulo original: O Som da Terra a Tremer
Nacionalidad: Portugal
Año de producción: 1990
Género: Drama

Otras personas

Director: Azevedo Gomes, Rita
Escritor: Rita Azevedo Gomes; André Gide; Mário de Sá Carneiro; Leonardo da Vinci; Agustina Bessa Luís; Albert Beguin
Productor/Estudio: Fundação Calouste Gulbenkian; Inforfilmes; Instituto Português de Cinema (IPC); Radiotelevisão Portuguesa (RTP)
Compositor: Wolfgang Amadeus Mozart; Johann Sebastian Bach; Antonio Vivaldi; Henry Purcell; Carlos Gardel; Beniamino Gigli
Fotografia: Acácio de Almeida

Funcionalidades

Duración: 90
Pistas de idioma: Portugués
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Color
Fuente ripeo: DVD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Buena
Peso: 2,0 Gb

Reparto

  • José Mário Branco
  • Manuela de Freitas
  • Miguel Gonçalves
  • Sara Marques
  • Miguel Simão
  • Jean-Pierre Tailhade
  • Conceição Guerra
  • Paulo Rocha
  • Francisco Marinho
  • Carolina Viana
  • Maria Tomás
  • João Cabral
  • Paulo Sousa Rocha
  • João Pedro Bénard

Sinopsis

Libremente basada en Gide ('Paludes') y Hawthorne ('Wakefield'), este es un film sobre un escritor que nunca escribió nada y que sopla al anochecer el hálito de las heladas. El poema de Carlos Queiroz al que pertenecen las frases anteriores no es citado en 'O som da Terra a Tremer', pero el ambiente es ese, entre cartas escritas jamás recibidas. Ficción dentro de ficción, historias dentro de historias, como esas cajas chinas en que siempre hay una dentro de otra. O los dos márgenes del mismo río, siendo siempre laterales.

Comentarios

"- En O Som da Terra a Tremer realmente se pinta con la luz en casi todas las escenas. El trabajo de Acácio es muy diferente. En un momento de la película se habla de la pintura como poesía muerta y la poesía como pintura ciega. El mundo evocado por la novela habla de los elementos naturales y cósmicos, de la antigua forma cuadrada de la tierra, del mar y el fuego que consume el agua, de las lágrimas de las mareas, mientras se sostiene una manzana que evoca la rotación y traslación de la tierra que desaparecerá quedando estéril, hecha cenizas. Estos sonidos de la tierra al temblar parecen evocar el viaje de los marineros y es ahí donde quizá encuentras una relación entre el lado geológico y esta imagen del barco. Hay una relación entre la biología y la geología y el estremecimiento, los afectos, las corrientes de amor, los choques, como el mar y el agua. Así, la película entra en un nuevo régimen poético: el barco en la botella, la pecera, los retratos de los jóvenes que miran a cámara, un viaje en tren con un paisaje azul al fondo y una chica filmada de espaldas a cámara, abriendo y cerrando el obturador; las salinas, las escalinatas de una especie de templo oscuro, donde el cielo de la gruta parece estrellado. Se habla del impulso del corazón, es la prueba de la emoción, y hay también una mezcla de escalas, de lo microscópico (la partícula de sal, los animales marinas en primeros planos) y lo macroscópico (los grandes paisajes). Todo ello está acompañado de una música, de ópera. Es nuestra parte favorita del filme. ¿Podrías hablar un poco de cómo la imaginaste, de cómo reuniste cada una de estas imágenes?

Todas estas escenas, obviamente, debían ser muy diferentes de la primera parte de la película. Se trata de un trasvase hacia otro mundo. En O Som da Terra a Tremer quería conseguir cosas imposibles, por lo que con Acácio íbamos resolviendo todo de la mejor manera que encontrábamos posible, en especial esta parte que señaláis, que se corresponde con el libro que el protagonista está escribiendo. Así que como digo quería cosas imposibles para las posibilidades con las que contábamos, el tiempo que teníamos, los costes de dinero y tiempo que suponían filmar todas y cada una de estas imágenes que habéis mencionado. En una de las escenas en las que vemos el mar, cuando aparece el chico y la chica y se sientan para contemplarlo, al final del bloque, quería que se viese un telón enorme, pero un viento desgraciado se lo llevaba todo por delante. Mi idea, en cambio, era construir un escenario gigante, pues para mí lo que más tenía que ver con aquello eran los géneros en el cine, y para ello necesitaba un decorado dotado de una gran estructura como la que se utiliza para los conciertos de Nina Hagen, por ejemplo. No había dinero y tuve que renunciar a esta idea y buscar otras soluciones.

- Por tanto, ibas estructurando una serie de imágenes en pequeños bloques.

¿Recordáis, por ejemplo, las minas de sal?

- Sí, y el primer plano de los granos de sal, las pequeñas partículas.

Justo después quería lanzar la sal al aire, cortar y que se viese el techo de la gruta, mostrando las estrellas. Recuerdo que para ello fui posteriormente a la oficina, una vez habíamos filmado todo aquello. Era el almacén en el que Acácio tenía guardado el material. Intentamos rodar este «encadenado» con la sal volando. Cogimos sal y la lanzamos al aire. Había una especie de señal negra, de trozos de tela de pantalla, cortada en pequeños pedazos y, frente a ello, un panel negro. ¡Finalmente lo conseguimos! En el cine la invención es muy importante. Esto es sólo un ejemplo de la creatividad de Acácio. En otra de las escenas, concretamente en la que filmamos el lodo mezclado con la sal, probablemente el plano detalle que señaláis en el que se ven las partículas por medio de una lupa, pedí hacer una panorámica. Acácio me dijo que era imposible realizar un movimiento así, que no teníamos tiempo para ello, pues si se buscaba un movimiento éste debía ser realmente lento. Apareció entonces con una especie de motor pequeño junto con una lata con un tornillo y una pila. El motor hacía girar aquel invento artesanal. Llevaba una caja, la abrió y dijo: «¡Vamos a ver si todo esto funciona!». Estuvo hasta las tres o las cuatro de la madrugada «jugando» con los eléctricos para inventar un pequeño motor que girase a la velocidad que yo quería. ¡Fue realmente extraordinario! Me gusta mucho ese lado del cine".
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Nacida de un sueño

Así se nos plantea esta compleja película que, como las olas del mar, va y viene, y muchas veces se retuerce sobre sí misma hasta hacer sentir al espectador que se pierde en la maraña del argumento, quedando solo, como todos los personajes del film.

Podríamos adivinar dos líneas narrativas principales: la que corresponde al escritor y la que pertenece al personaje que este «crea», el marinero. Al principio, estas dos vías rectas y firmes definen a los dos personajes, concediéndoles a ambos un ser al que amar. En el caso del escritor, Isabel, y en el caso del marinero, la chica de la que se enamora en el tren. A lo largo de todo el film, ambos sujetos reflexionan sobre la soledad, la existencia, la creación, la vida y el amor, mientras parece que intentan acercarse cada vez más al ser que aman.

Hacia la mitad de la película, cuando ambos personajes se encuentran cerca de consumar su objetivo, rompe la ola, cambiando entonces el curso de la historia, haciendo que esta se revele tal y como es. En este momento, el escritor –que nunca lo fue– deja de serlo y el marinero –que nunca existió– vive con más fuerza. Después de esto, el escritor se nos presenta como un hombre pobre, que vive en una pensión y que, como hombre que se siente solo, duerme y sueña con su amada y con lo que le diría si fuese otra vida y si ellos no fuesen ellos.

En este momento, el escritor asume el papel del marinero, introduciendo sus propias palabras, pensamientos y sentimientos en la vida del mismo. Tras esto, y con la ayuda del personaje del bar, nos damos cuenta de que el marinero y su historia de amor –y conquista– no era más que el sueño de Alberto –el no-escritor– que, como remedio a su soledad y hastío, y buscando huir de su propia vida, imagina una en la que él es un escritor que busca fugarse con Isabel, su rica amada.

Pero a pesar de todo esto, ni el sonido de la tierra al temblar puede despertarlo, pues a pesar de que su vida es solo una fantasía, igualmente se queda sin aliento al mirar por la calle a la mujer que ama.
Elena Arakawa