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Considerada perdida durante mucho tiempo, en los sótanos de la Cinemathèque francesa se descubrió una copia en nitrato que ha dado pie a esta restauración. Esta versión es la más completa que existe, con dos escenas que hasta ahoran desconocíamos. La calidad de la imagen es muy buena y la banda sonora corre a cargo de Robert Israel.
En su etapa silente, antes de que se dedicara a tratar de convencernos de que todo el mundo es maravilloso y que las personas son intrínsecamente bondadosas (véase ese monumento a la caridad cristiana llamado "Qué bello es vivir", con que cada año, por Navidad, nos machacan las diversas cadenas de televisión), Frank Capra, junto a Harry Langdon, nos ofrecieron una serie de películas frescas, chispeantes y con grandes dosis de buen humor, en absoluto despreciables. Éste es su sexto largometraje y en él no actúa Langdon, pero sus virtudes siguen siendo irrefutables.
Con una ágil puesta en escena, un guión sin fisuras y un sano desparpajo, "El ídolo de la matinal" se nos pasa en un suspiro y al aparecer el rótulo del The end sólo nos queda la tristeza de que aquello no haya continuado un par de horas más. Las situaciones son desternillantes, los secundarios están espléndidos (el padre de Ginger y ese villano afeminado con voz de barítono) y los protagonistas principales brillan con luz propia: Bessie Love nunca estuvo mejor y Johnnie Walker no le anda a la zaga.
Curiosamente, en una de las dos escenas recobradas en esta restauración se nos escamotea un beso; y diríamos que ese recorte ya venía de origen. Menudencias. A modo de resumen: película de sano jolgorio, para redescubrir al buen Capra inicial, cuando no nos empachaba con sus mensajes redentoristas.