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Un western espléndido debido al fiable Delmer Daves (en ocasiones un tanto gris pero con películas importantes como esta o la extraña "El árbol del ahorcado", por ejemplo), realmente intenso y con un cierto tono fantasmal gracias a su desolada ambientación, que narra la determinación de un arruinado granjero de custodiar a un peligroso pistolero. Muy bien interpretada, con el sobrio Van Heflin decidido a cumplir su misión primero por la recompensa y por los demás, luego por si mismo, un genial Glenn Flord que moldea un personaje dificilísimo y complejo con una gran economía de medios, una autentica serpiente amenazadora en su calma, (desde la brutal escena de presentación en la que dispara a través de uno de sus propios hombres hasta la sorprendente decisión final), además el inquietante Richard Jaeckel compone un memorable sicario con un extraña relación con su jefe (entre lo homoerótico y lo paterno-filial). Duelo de mentes más que de pistolas, esteticamente cercano al thriller en la dura fotografía blanquinegra y en los afilados diálogos, con un claustrofóbico tercio final de tensión casi insoportable donde Daves da una lección magistral de dominio del "tempo" cinematogáfico estirándolo y retorciéndolo a voluntad.