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"El vicario deWakefield" es una novela escrita por el irlandés Oliver Goldsmith entre 1761 y 1762, que se convirtió en uno de los textos más populares del siglo XVIII entre los victorianos. Sólo en la época silente fue llevada al cine en 1910, 1913 y 1916. Ésta es, pues, la tercera adaptación y quizá la mejor.
El doctor Samuel Johnson, amigo de Goldsmith, cuenta que...
"Recibí una mañana un mensaje del pobre Goldsmith que estaba muy angustiado y, como no podía venir a verme, me rogaba que yo fuera donde él tan pronto como me fuese posible. Le envié una guinea y le prometí ir a verlo directamente. En consecuencia fui tan pronto como me vestí y me encontré con que su casera lo había hecho detener por no pagar su alquiler, por lo que se encontraba en un estado de ánimo violento: noté que ya había cambiado mi guinea y que tenía una botella de madeira y un vaso frente a él. Puse el corcho en la botella, deseé que se calmara y empecé a hablarle de qué modo podría salir de aquello. Entonces me dijo que tenía una novela preparada para la edición, que me enseñó. La ojeé, vi su mérito, le dije a la casera que pronto volvería y habiendo ido a un librero, la vendí por sesenta libras. Le llevé el dinero a Goldsmith y pagó su alquiler, no sin reñir a su casera en un tono alto por haberlo tratado tan mal".
La novela era, por supuesto, "El vicario de Wakefield", que no se publicó hasta dos años más tarde. La película que nos ocupa es una copia fidedigna del texto de Goldsmith, aunque con las lagunas lógicas que comporta una obra tan extensa. Su ritmo es pausado y los actores se ajustan perfectamente a sus personajes. La ambientación es exquisita y podríamos decir que nada desentona en su conjunto. Un título, pues, acorde con la cinematografía británica de esa época.