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Elinor Glyn, autora de "It", nos dice: "Quien disfruta del 'eso' no es consciente de poseerlo y tiene un magnetismo sexual irresistible". Clara Bow ya llevaba consigo ese magnetismo antes de protagonizar la película, pero gracias a ella se subió a lo más alto de la popularidad en la pantalla. De repente las chicas se peinaban y maquillaban como la Bow, las portadas de las revistas peleaban por sacar el mejor perfil de la estrella y en Hollywood no se hablaba de otra cosa que el "it".
Con toda esa parafernalia, a nosotros, modestamente, nos parece que el guión no es nada del otro mundo y que la película, a pesar de no aburrir en ningún momento, adolece de algunos males menores que, por supuesto, no empañan la gran repercusión que obtuvo en su momento. Por ejemplo, la elección de Antonio Moreno como galán nos resulta un tanto cuestionable. El otrora sex-simbol latino aparenta bastantes más años de los cuarenta que tenía al rodar el filme. Y la intervención de ese escritor está incrustada un poco digamos que con calzador.
Peccata minuta. Ninguna de nuestras consideraciones podría empañar lo que al llamado "gran público" le entra por los ojos desde la primera mirada. Y el tema del "it" entró, se instaló y sigue dando, a los noventa y un años de haberse estrenado la película, toda la literatura imaginable, hasta convertirse en leyenda.