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La primer sorpresa está en el reparto: tres de los directores suecos más representativos, aquí como intérpretes, George af Klercker, Victor Sjöström y Mauritz Stiller, trío de ases.
Todo comienza con la muerte de una mujer. Su marido (Georg af Klercker), la abandonó y también a su pequeña hija tiempo atrás, pero de todos modos ella le envía una carta y a la niña. Él es un hombre importante, un concejal y no tiene tiempo para un hijo, por lo que la envía a Astrid Engelbrecht para que la críe. Ésta, a su vez, vende la niña a un hombre que la obliga a mendigar. Cuando el personaje de Victor Sjöström la ve y conoce la historia de la pequeña, la lleva a casa para que la críe su madre. Ésa es la primera parte.
En la segunda, la niña se ha convertido en Selma Wiklund af Klercker (esposa del director), quien se enamora del inquilino, Mauritz Stiller. Los dos futuros directores tienen un duelo y la señorita Engelbrecht huye avergonzada. Sin embargo, sabemos que un número sorprendente de estas personas se encontrarán "casualmente" en la tercera parte, donde habrá revelaciones importantes. Stiller y Sjöström fueron, por supuesto, dos de los directores suecos más conocidos de la era del silente, por lo que es interesante verlos frente a la cámara. Eran hombres altos y guapos, con buena fotogenia, pero dado el cariz de la historia, bastante melodramática y la dirección de Paul Garbagni en su primer largometraje, el guión se concentra más en contar el relato que en permitir que los actores hagan algo interesante. El duelo es más bien apresurado y también un incendio en el teatro. Además, se nos dice lo que está sucediendo a través de notas escritas a mano.
La película desapareció durante ochenta años, hasta que se encontró una copia en la Cinémathèque francesa. La calidad no es perfecta, pero dada la curiosidad de su reparto, vale la pena verla.