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La copia
Procedente de un Blu-Ray y bellamente restaurada, tiene pequeños defectos que no empañan en lo más mínimo la nitidez del blanco y negro con que se presenta.
Avancemos que, según nuestro parecer, ésta no es la mejor película interpretada por Marion Davies y por varias razones. La primera, que se nos trata de presentarla como una "flapper" y Marion era, precisamente, la antítesis de esas jovenzuelas que rondan la mayoría de edad, apenas salidas de la adolescencia. Hablamos de Olive Thomas, de Colleen Moore (en sus primeros años) y de Clara Bow, por ejemplo. Aquí Marion tenía ya veintitrés años, pero no es esa circunstancia la que le impide aparentar ser una "flapper", sino su aspecto de mujer hecha y derecha, que sabe muy bien lo que quiere.
La segunda razón es la poca "química" que se produce entre ella y el galán de turno, Forrest Stanley. Éste deambula por todo el filme con cara de despistado y ni siquiera en la escena del beso de "La bella durmiente" parece reaccionar. Por cierto, dicha escena es, casi, la que salva la función: elegantemente presentada, es de una belleza indudable. Parece que Robert G. Vinyola, el director, tenía muy claro que en sus películas con la Davies debía ofrecer un interludio como éste, ya que también lo hizo en la posterior "Beauty's worth".
La tercera razón es el propio guión, "estirado" hasta el límite cuando con esa trama hubiesen bastado veinte minutos y no los noventa que tiene la película.
De cualquier forma, "Enchantment" tiene sus virtudes, qué duda cabe, con Davies a la cabeza de las mismas. Bella hasta el dolor, se esfuerza, mediante mohínes y poniendo boquita de piñón, por asegurarnos que es una "flapper". (A quien esto escribe, admirador de la señora, le daría igual fuese quien fuese.) Luego cabe destacar esa conversación de Ethel con el actor, en la cual la joven destroza dialécticamente al galán. Y la representación de "La bella durmiente", ya descrita. Y el papel del padre, a quien le sale el tiro por la culata con su estratagema para domesticar a su hija.
Y, por supuesto, siempre es un placer saborear estas restauraciones que nos llegan como maná caído del cielo. Para algo bueno tendría que servir la tecnología moderna.
