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Primera película de Anthony Asquit (1902-1968) realizada en los últimos años del silente; tras esta rodaría la extraordinaria A cottage in Dartmoor (1929).
Gusto por el desdoblamiento (cine-teatro, dos rodajes paralelos, muchos espejos y reflejos) por la traición y el dramatismo.
Estrellas fugaces (Shooting Stars) comienza en un estudio británico de los años 20, donde al tiempo se están filmando, pared con pared, un slapstick y un western. Resulta un fascinante reflejo del tras bambalinas de la época, así como un comentario mordaz a la frivolidad del “star system”.
Cada detalle narrativo está construido de forma muy cuidada para ir creando una serie cada vez más intensa de ecos entre las vidas reales del triángulo protagonista y la vida cómica y melodramática de los personajes que interpretan en las dos películas a cuyo rodaje asisitimos tanto en el estudio como en localizaciones exteriores. Este brillante ejercicio de metacine alcanza su punto máximo en una secuencia en la que Julian acude al cine y observa uno de los melodramas que él mismo y su amada Mae han protagonizado. Rodeado por un público bullicioso y apreciativo, él mismo reacciona emocionalmente a la intensidad transmitida desde la pantalla en el momento en el que su personaje compite por salvar al personaje de Mae de un “destino peor que la muerte” a manos del villano de turno.
También digno de elogio el nivel de tragedia alcanzado en la parte final del film, que aquí no desvelaremos pero que sirve como contrapunto ideal para ensalzar lo absurdo de toda la situación anterior confeccionada.