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HENRY B. WALTHALL
Fue, junto a Mary Pickford, el "niño mimado" de Griffith en sus primeros cortos y también en algún largo. Bajito y bien parecido, daba la sensación de no haber matado nunca una mosca. Sin embargo, nosotros hemos encontrado una mácula en su filmografía que nos demuestra que, por muy buena cara que se tenga, siempre hay un rincón oscuro en la naturaleza artística de cada uno.
Al independizarse de Griffith (fue el coronel Ben Cameron en "El nacimiento de una nación"), tuvo papeles importantes en títulos como "The plastic age", con Clara Bow y en "La letra escarlata", con Lillian Gish, donde era su marido. Murió por una gripe y tiene una estrella en el Paseo de la Fama.
(Eddie Constanti)
Hoy os presentamos una película muy poco vista en nuestro país y que en su momento dio bastante que hablar en Estados Unidos. El guión está basado en una obra de Ibsen ("Espectros") y la produjo ni más ni menos que Griffith. Ese noble, que acaba de ser nombrado chambelán real, realiza un matrimonio de conveniencia para escalar posiciones en la esfera social. Además de alcohólico es un ser taimado, ya que esconde a su esposa la enfermedad con que carga desde años atrás. Y esa misma enfermedad atacará a su hijo como una herencia maldita que la madre trata de esconder por todos los medios, pero que acabará llevando al muchacho hacia un final trágico y de singular patetismo.
La película también esconde el nombre de dicha enfermedad, por aquello de guardar las formas. Y uno tiene que esperar hasta casi la última escena para descubrir de qué mal se trata. Por suerte el tratamiento que Nichols da a la cinta es ágil y la interpretación de Henry Walthall resulta prodigiosa.
Y si a estas alturas todos os estáis preguntando cuál esa maldita enfermedad, nosotros os lo adelantaremos: es una ataxia locomotriz, variante de la sífilis. ¿Comprendéis ahora las reservas que tuvo el guionista para no nombrar ese mal hasta casi el The End?
Eduard José Gasulla
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Ciertamente pensaba que me gustaría esta película, en gran parte por su elenco. Sin embargo, a pesar de la gran estima que tengo sobre Ibsen, la mano del censor se apoya fuertemente en esta versión de su obra. Con toda mención a la sífilis eliminada, se convierte en una historia de locura hereditaria e incesto: justo lo que se adapta a una industria cinematográfica que todavía está sujeta a ataques de melodrama absoluto, pero que carece del componente moral de la obra.
Henry B. Walthall y los autores del título trabajan duro para sugerir la enfermedad a cualquiera que esté familiarizado con ella, pero eso se convierte en sobreactuación, ya que el curso lento de la enfermedad se sugiere primero como un dolor en el cuello. Quizá si Hollywood hubiese intentado hacer esto en la era precode, podría haber funcionado. Pero no lo hicieron. Llegué a esta película conociendo la obra de Ibsen y eso confirma mi impresión de ella: es como comprender una referencia velada a un individuo ausente por el tono de voz del orador y su ceja levantada. Sin duda, la audiencia de esta película la entendió por las mismas claves. Sin embargo, dado el hecho de que cuenta su historia a través del estilo de realización de películas por medio de capítulos, intuimos que este filme estaba destinado a una audiencia que conocía la obra y ahora tenía la oportunidad de verla representada en la pantalla. Como obra independiente del cine, no funciona del todo, en gran parte debido a su censura obligada.