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La película se presenta aquí cerca de la velocidad de filmación original con el audio ajustado para que coincida.
Nótese bien. Algo de descomposición de nitrato está presente a lo largo de esta única copia superviviente conocida de la película. Sin embargo, todavía es completamente visible.
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Aquí tenemos al rey de la comedia estudiantil, William Haines, aunque en esta ocasión se ponga en la piel de un simpático arribista que desea encumbrarse en las más altas esferas. La "fórmula" de Haines era casi siempre la misma: tipo frescales que pisa a quien sea para alcanzar sus objetivos pero que, a la postre, debe abandonar su soberbia ya sea por el amor de la jovencita de turno o por un suceso extradeportivo que le atañe.
La película la dirigió Edward Sedgwick en 1927, con la sombra de "El cantor de jazz" y del naciente sonoro en ciernes. Una jovencita Joan Crawford (¡qué bonitos ojos tenía por entonces!) dio la réplica a Haines y en el guión no faltan los momentos románticos y el desengaño habitual, cuando el héroe se da cuenta de que el éxito no está tan al alcance de lo que él suponía, al menos no antes de que pase por el sendero de expiación correspondiente.
Hay momentos muy acertados entre la pareja protagonista, la banda sonora es atractiva y todo el conjunto destila ese buen hacer de las producciones de la Metro en dicha época. Un filme de buena factura y una buena ocasión para acercarnos a la figura de William Haines, que tuvo la valentía de declarar que era homosexual en un tiempo en que algo así equivalía al ostracismo de la industria, como en efecto le sucedió a él.
(Eddie Constanti)