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Más que ambicionar el impresionismo como respuesta al expresionismo de sus filmes precedentes, Epstein busca la abstracción. La naturaleza fija a los seres humanos en una suerte de contemplación hipnótica, les prodiga imágenes fascinantes que de algún modo anulan su capacidad de reacción ante el paisaje. Así, los jóvenes pescadores quedan petrificados ante la visión mesmérica de las olas batientes o de los caballos detenidos en la orilla. Tanto Jean-Marie como Ambroise parecen esperar una revelación, pero esa revelación ya se produjo en un pasado remoto. Sólo el mito podría ayudarles a comprender, toda vez que la naturaleza se ha refugiado en un hermetismo solemne.
Como ha señalado Vincent Guigueno, Finis terrae constituye un polo arcaico, opuesto al polo moderno que representa La caída de la casa Usher. Algas y rocas son las únicas manifestaciones de los mundos vegetal y mineral, y hacia ellos parecen ir los pescadores cuando no se hacen a la mar, misteriosamente atraídos por sus trazas (enervado, Ambroise se tiende entre las algas hasta confundirse con ellas, lo mismo que el pañuelo blanco de una ouessantina se confunde con la espuma de las olas tras caer de su mano durante la vigilia).
La anécdota es mínima. El principal incidente referido en Finis terrae tiene que ver con el dedo de Ambroise, infectado tras un corte de navaja. Esa herida marcará el destino individual del personaje, cuya suerte apenas se cruza con la otra línea maestra de la película: el drama de las mujeres de Ouessant, madres, esposas e hijas de pescadores, criaturas de rostro avejentado y ropas oscuras que, como penitentes van en grupo hacia el litoral para esperar a sus hombres, como las aldeanas de Enoch Arden, de Griffith.
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“Finis Terrae” es una buena muestra del carácter innovador que siempre demostró Epstein en su filmes, especialmente en su etapa silente.
En “Finis Terrae”, Epstein abandona el vanguardismo para optar por un cine más realista, una especie de documental rodado en la Bretaña francesa y que forma parte de una trilogía ( completada con “Mor Vran” (1931) y “L’Or Der Mers” (1932) dedicada a esa zona costera francesa por la cual el director francés sentía especial predilección.
Un género, el documental, por el cual Epstein está más interesado por la experimentación, dramatizando la historia de forma más evidente para sus propósitos artísticos aunque sin olvidar reflejar en el filme una zona, su gente y costumbres con sus especiales características, pero sin la importancia etnológica evidente de los filmes de Flaherty o incluso Grierson.
“Finis Terrae” es más bien un filme lírico, un poema visual en donde poder experimentar, gracias a la historia de los cuatro recolectores de algas atrapados en una isla y su posterior rescate por parte de sus vecinos, con el uso del ritmo narrativo y de la luz en escenarios naturales durísimos y perfectos para las intenciones artísticas del director francés, tal y como queda finalmente reflejado en este interesantísimo filme.