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Lo mejor de la película, sin duda, son los decorados y los exteriores. También, me ha sorprendido gratamente la actuación y sobre todo el papel que hace James Dean en Jett Rink. Sobre todo después de haber visto el bodrio de "Rebelde sin causa". Supongo que el mito de James Dean viene por esta película. De hecho me ha recordado a los papeles que hacía Clark Gable de cínico tierno.
Donde falla la película de principio a fin es en el guión. La historia no tiene el menor interés y nunca se sabe muy bien qué es lo que nos quiere contar el director. Particularmente el papel de Rock Hudson no me es en absoluto creible: una especie de calzonados rudo cuya única obsesión es tener un heredero. Además aparecen una serie de personajes muy poco definidos.
En definitiva, para lo larga que es la película, el mensaje que transmite es prácticamente nulo.
La envidia es la característica que rige la personalidad introvertida y neurótica del personaje Jett Rink que interpreta James Dean. El inconforme muchacho con lo que rige su vida es un ejemplo del resentimiento anidado en su alma que explota y sale como el mismo petróleo que extrae de la entrañas de la tierra.
Es esta película un desencuentro entre gigantes del cine: Dean, Hudson, Taylor.
Ciertamente es un duelo de colosos por que la vida que representa cada uno de sus respectivos personajes estallaba constantemente como las olas del mar contra las inhiestas rocas del acantilado.
La fuerza tempestuosa y contenida del carácter rebelde Rink( James Dean) estaba en contra de su acérrimo enemigo, Jordan… (Rock Hudson) que representa el orgullo que da el poder; este, un mundo duro, pétreo, de roca inexpugnable y guarda imagen ante una sociedad que rige y condena a cada uno de sus miembros.
Le bella Taylor hecha para su papel de esposa acaudalada.
Se nota que cada personaje tiene su propio universo complicado y nos recuerda una frase del “cine de Ian Fleming”: “Un mundo no basta”.
1956: 1 Oscar: mejor director. 10 nominaciones