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Primera película de Grigori Roshal, cuya obra alcanzó su plenitud en el sonoro. La trama nos acerca al final del poder de la nobleza boyarda, cuando el autoproclamado Pedro III lideró el alzamiento del campesinado contra los señores que les oprimían y maltrataban. Uno de esos nobles tiene una sobrina a la que quieren casar con su hijo, el primo, personaje corto de vuelos y egoísta. La joven, sin embargo, ama a un oficial boyardo y espera que éste la rescate de su triste futuro. Paralelamente, en las cuadras de la mansión vive una pareja de jóvenes sirvientes (casi esclavos), que quieren casarse, a pesar de la absurda negativa de sus señores. Las vejaciones con que éstos castigan a su servidumbre son crueles e incluyen latigazos y libertades sexuales.
Durísimo cuadro costumbrista que nos retrata a una nobleza rancia y sin escrúpulos, ataviada según los cánones europeos de la época (pelucas y polvos de arroz en la cara), que hacen y deshacen a su antojo. La ridiculez de algunos personajes no les exime de su estúpido patetismo y en este punto cabe señalar a la actriz Varvara Massalitinova, dueña de la mansión, en un papel grotesco y espeluznante. También reencontramos a la entrañable "Pelagia" de "Don Diego i Pelageia", de Protazanov.
La fotografía nos llega algo lastrada por la falta de luminosidad en la copia, pero con todo nos deja entrever un magnífico trabajo casi expresionista en algunos momentos. La historia no cae en el maniqueísmo y los sesenta minutos del metraje nos pasan en un santiamén. Otro título, en suma, para redescubrir.