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Había un padre


General

Titulo original: Chichi ariki
Nacionalidad: Japón
Año de producción: 1942
Género: Drama

Otras personas

Director: Yasujirô Ozu
Escritor: Yasujirô Ozu; Tadao Ikeda; Takao Yanai
Productor/Estudio: Shochiku
Compositor: Kyoichi Saiki
Fotografia: Yuuharu Atsuta

Funcionalidades

Duración: 94
Pistas de idioma: Castellano; Japonés
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: HD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Muy buena
Peso: 1,5 Gb

Reparto

  • Chishu Ryu
  • Shuji Sano
  • Shin Saburi
  • Takeshi Sakamoto
  • Mitsuko Mito
  • Masayoshi Otsuka
  • Shinichi Himori

Sinopsis

En una ciudad de provincia, un profesor viudo vive una vida modesta con su único hijo. En un viaje escolar, un alumno se ahoga en un lago. El profesor asume la responsabilidad del accidente y debe dimitir. Abandona la ciudad con su hijo para trasladarse a su población natal. Durante el viaje, padre e hijo discuten sobre la vida, de su futuro. Se establece una relación al mismo tiempo cercana y distante entre ellos. Un día, mientras pescan juntos, el padre anuncia a su hijo que lo envía a estudiar a un colegio internado y que, de ahora en adelante, vivirán distantes el uno del otro. Años más tarde, el padre trabaja en Tokio y el hijo es maestro. Se encuentran y pescan juntos. El hijo anuncia al padre su marcha a la guerra...

Cuando la película termina, uno se queda pensando, terriblemente sumergido con uno de los films más bellos que se han realizado en el Séptimo Arte. Se queda con ese tipo de sensaciones que sólo las grandes películas son capaces de dejar, que días después, las imágenes embriagadoras de un film sencillamente fascinante no se te borran de la cabeza y aún uno es capaz de recrearse en ellas con la misma facilidad que si las estuviéramos viendo en ese mismo momento. Es el poso de las obras maestras, de los genios como Ozu, de la magia inmortal del Cine.

Comentarios

Ripeado por Arupa a partir de un xvid de 1,6 GB

Una vez estaba en clase y un compañero le preguntó al profesor, un tío que sabe mucho, cual era el mejor cineasta de todos los tiempos,... el profesor burlonamente pero muy en serio puso diferentes baremos y en cada uno el mejor director de la historia era uno distinto, entre ellos dijo: "si el mejor director es el que más obras maestras tiene, el mejor sin duda es Yasujiro Ozu".

Es difícil considerar a Ozu el mejor director de la historia, en parte porque sus historias son de una sencillez aplastante, en parte porque visualmente no es un director muy espectacular y en gran parte porque en su larga carrera siempre parecía repetir una y otra vez la misma película con pequeñas variaciones. En este sentido solo puedo decir que todas las pelis que he visto suyas me han parecido magnificas, más complejas de lo que parecen a primera vista y con una humanidad poco corriente en el cine (haciendo dramas desdramatizados, donde lo cotidiano tiene tanto peso como lo excepcional), su cine siempre me ha dejado una sensación de calma y de buen rollo, y eso que sus argumentos suelen ser más bien tristones.

En "Había un padre" narra la relación padre e hijo, que durante toda su vida tienen que vivir separados, es una tierna historia paterno filial, donde el deber y las formas, y el aprendizaje de estas, son de vital importancia. La historia rompe el tópico creado en torno a Ozu, de que narra conflictos generacionales y que siempre se pone a favor de los mayores. En esta película no hay el conflicto de "Buenos dias" o la magnifica "He nacido, pero...", el niño acepta con tristeza las decisiones del padre que los separa, y cuando se enfada lo hace con mucha razón, y años más tarde no muestra ningún resentimiento y sí mucho amor por el padre que se alejó de él. La película rompe también con el tópico de que en las pelis de Ozu nunca pasa nada, es cierto que hay numerosos planos de intersección sin relación con la acción, como es frecuente en sus films, pero la película es un clarisimo ejemplo de como utilizar magníficamente las elipsis, lo que acelera el ritmo de acontecimientos, y siempre ocurre algo, la película discurre siempre en movimiento, a pesar de lo estático de sus planos. Como en todo el cine de Ozu, destaca el uso de la composición, el uso del espacio (posiblemente en esto sea el mejor) y la profundidad de campo.


Se abre el telón. Se ve, en un plano tomado a la altura de las rodillas, a un hombre viudo sentado en un tatami, bebiendo demasiado sake y preocupándose por la futura boda de su hijo/a. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama el psiquiatra del director? Vale, es cierto; quizá no sea muy elegante reprocharle a Ozu que rodara innumerables versiones de la misma historia, vistos los magníficos resultados. Aquí se encuentran ya las características básicas del estilo pausado y ordenado del maestro japonés, considerado por algunos la quintaesencia del “clasicismo” cinematográfico: esos cuidados encuadres casi a ras de suelo, ese gusto por la ortogonalidad, esos tres planos “abstractos” al comienzo de cada secuencia, ese peculiar plano-contraplano a base de tomas frontales. Y se aprecia también cuán preciso, sutil y emotivo puede resultar su cine al contraponer los momentos extremos de la existencia humana -la infancia y la vejez- con el día a día de la reprimida sociedad japonesa y su alienante ética del trabajo. Más compleja y conmovedora que muchas de sus más conocidas variantes posteriores.