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La película es un mediometraje interpretado por Mary Cleo Tarlarini, la decana de las divas. Aquí ya estaba en la cuarentena y a fe que se nota desde su presentación. Son cuarenta y muy castigados años. La produjo su misma firma (Cleo Films) y nos cuenta la anécdota de una dama de la nobleza que ejerce como enfermera de la Cruz Roja. En el hospital donde trabaja conoce a un joven soldado herido que ha realizado un gran acto heroico. El marido de la dama tiene la ocurrencia de invitarlo a pasar unos días en su mansión y allí nace una desmesurada pasión del soldado por la dama anfitriona. Desmesurada y poco creíble, añadiríamos, ya que no nos imaginamos esos tirones amorosos entre un jovencito casi imberbe y una señora tan ajada (con perdón).
La fotografía del filme es magnífica, con vibrantes tintados de color, y la escenificación bascula entre los ricos escenarios de la mansión y la pobreza de algunas secuencias, como esa imagen de un campo de batalla de cartón piedra y una bengala de fogueo para dar la impresión de que allí hay fuego racheado. El tema podría haber dado bastante más de sí, ya que el personaje de la hija de la Tarlarini es episódico y se nos antoja que tendría mucha más enjundia a poco que se hubiese profundizado en él. Pero con veintiocho minutos de metraje no caben milagros.
Hay una escenificación un tanto forzada, cuando Tarlarini canta al piano una leyenda del lugar, en la que aparecen dos personajes rurales que se aman y él debe ir a la guerra. Al final, todo volverá a la normalidad, el soldado lanza una sentida soflama ("¡Esposa mía será la bandera!") y olvida sus devaneos; y madre e hija lanzan rosas con auténtico furor, digno de mayor empeño, a las tropas que se van al frente. Estampa bella hasta lo indecible.
