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Gradeniga descubre que su amante Orseolo la engaña con Pantea. En un crescendo de tensión, los espacios escénicos permanecen distantes pero al alcance de unas miradas cada vez más feroces. Arrigo Frusta traza una desconexión fatal entre los que actúan despreocupadamente, los que observan y los que se dejan llevar por la locura asesina. Mientras los dos amantes retozan a bordo de un barco para celebrarlo, Gradeniga manda llamar a una hechicera para que se vengue de su rival.
El amor. Los celos. La venganza. La muerte. Temas de gran actualidad, aquí ambientados entre las brumas del Brenta, los terciopelos de D'Annunzio y los barcos del pecado. Ella, la altiva esposa del Dux, él, el habitual playboy, la otra la habitual puta de lujo; en lugar de un altanero revólver, mortales alfileres configurados en una estatuilla de cera. La odiada rival muere, pero con ella muere también la amada, víctima de la pasión extrema de Gradeniga que, casi en un estado de encantamiento nefasto, aniquila e incinera el propio amor.
(Museo Nazionale del Cinema)