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Premios
1943: Nominada al Oscar: Mejor película
1943: National Board of Review: Mejor película
1943: Círculo de críticos de Nueva York: Nominada a Mejor Director
Parece un truco de magia: empiezas con la boca abierta y los ojos cerrados y terminas con la boca cerrada y los ojos muy, muy abiertos. El truco lo hace un tal William Wellman que se saca todo un conejo bíblico de un viejo sombrero de western, sirviéndose de un guión espectacular y unos actores que parecen haber nacido para estar ahí, en en ese lugar, en ese momento, en el apocalíptico cruce de caminos que atraviesa de corazón a corazón la inmensa extensión de este valle de lágrimas.
"Incidente en Ox Bow" es, más que un filme, una necesaria puesta a punto de nuestro concepto de lo humano, un puñetazo de ética limpia y elemental en las narices de la conciencia. Construida de la misma manera que una parábola bíblica -puro tejido simbólico bajo la apariencia de una historia real-, sustenta su capacidad de impacto en tres recursos principales: una iluminación cuasi divina, un fuera de campo de los que hacen historia y la más concentrada expresión de la duda moral en el músculo tenso de la mejilla de Henry Fonda (ese que dice Servadac).
Como la mayoría de grandes películas, deja muchas preguntas en el aire, pero sobre todo, nos hace cuestionarnos qué es peor, si un asesino o un cobarde. El exceso o el defecto. Y mientras tanto, un cine tan bueno que no parece de este mundo.