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Es un ripeo sobre la edición liberada en Dic-2014 por Eureka. El master es prácticamente igual al que un año antes liberó Cohen mediagroup, incluso el vídeo comienza con una máscara de Cohen.
Sin llegar a la brillantez con que BFI sacó "The Birth of a Nation", la mejora con las ediciónes de dvd que había hasta ahora es bastante notable. Se ha partido de una restauración a 2k a la que se han modificado luego tintados y demás.
Por mi parte me he limitado a intentar no perder calidad, únicamente me decidí a eliminar 50 segundos iniciales donde había una horrible imagen tipo carta de ajuste con un más horrible pitido continuado, y un trozo de fundido en negro final. Por eso, si alguien ve algún ripeo de esta misma fuente y nota diferencia en el minutaje ya sabe a qué se debe.
La música es la que grabó Carl Davis en 1989 con la orquesta de la RTL de Luxemburgo. Ya que está en 5.1, y ya que no es la música original, que parece estar perdida, así se ofrece.
Artículo periodístico
En 1915, los tres grandes directores del cine norteamericano de la época eran: David W. Griffith, Thomas H. Ince y Mack Sennett, quienes se unieron para formar la Triangle Pictures Corporation (fine arts). Bajo dicho sello, realizó en 1916 su segunda superproducción, Intolerancia (Intolerance), con un costo de más de dos millones de dólares. Dicha cinta señala el apogeo de Griffith y del cine norteamericano. Para ella, usó todo el crédito adquirido por el éxito de El nacimiento de una nación. Contrató un ejército de comparsas y actores, hizo construir escenografías gigantescas.
La mayor de éstas, un palacio babilonio, bordeado de torres de 70 metros de altura y 1,600 metros de profundidad. Para la escena del festín de Baltasar lo poblaron 4,000 extras, y Billy Bitzer se vio obligado por semejante amplitud a tomar las vistas en un globo aerostático. Para el transporte, abastecimiento y mando de aquellos grandes batallones, cuya paga llegaba con frecuencia a 12,000 dólares por día, hubo que tender líneas de teléfono y de ferrocarril. Las fortificaciones de Babilonia, tan altas como una casa de cuatro pisos, eran practicables y en ellas podían cruzarse dos cuadrigas. En otros terrenos Griffith había hecho reconstruir el París del siglo XVI y la Jerusalem de tiempos de Cristo. Habrían sido empleados 60,000 extras, obreros, actores, carpinteros, técnicos, etc., durante los veintidós meses y doce días que duró el rodaje.
En Intolerancia, Griffith había hecho todo: dirigió a las muchedumbres y a los actores (con asistentes como W. S. Van Dyke, Tod Browing y Erich Von Stronheim), supervisó las escenografías, los vestidos, la fotografía, la música, la edición y finalmente escribió un guión que sobre todo, era un esquema; el filme no llevaba "corte anterior" y en parte fue improvisado sobre el terreno, utilizando casi exclusivamente la luz solar.
Las ventajas de esta omnipotencia del realizador —muy rara en el cine— son evidentes; pero no dejan de tener inconvenientes: la ideología del gran hombre, su carencia total de sentido del ridículo, su pedantería de autodidacta, y su confianza en el propio genio, se explayaron libremente desde lo genérico en que los personajes son llamados: La querida número uno, El mosquetero de los tugurios, La princesa dorada, La sin amor número uno, Los ojos negros, El nazareno, La hija de las montañas, El poeta-rapsoda, etc.
Los subtítulos que superaban en ridiculez a los de Cabiria, mezclaron en un lirismo enfático, indicaciones de ingenua contabilidad sobre los precios en dólares, las fechas históricas y el número de extras.
Fuera de los Estados Unidos, la recepción de la cinta fue difícil, mientras era aplaudido por el Rey de Inglaterra, el filme fue mutilado por la censura británica. Por su pacifismo fue prohibida en la Europa continental mientras duró la guerra, y los franceses no permitieron nunca la proyección de "La matanza de San Bartolomé". Esos fracasos inquietaron a Griffith; acosado por sus acreedores, se resignó a fragmentar su película y a presentar los episodios separadamente. Sin embargo, la obra no llegó a imponerse al público, y la crítica europea fue siempre reticente.
En otras latitudes, el sentido social de Intolerancia impresionó profundamente a Lenin, quien tuvo ocasión de verla años después, igualmente, su exhibición en la Unión Soviética ejercería una enorme influencia sobre los cineastas de aquel país. Habiendo sido comprada antes de la Revolución de Octubre por un distribuidor ruso, que no había podido exhibirla, fue encontrada por un feliz azar y proyectada por la dirección del cine soviético. Algunos jóvenes entusiastas como Lev Kulechov, Sergei Einsenstein, Vsevolod Ilarionovich Pudovkin, fueron los primeros en comprender la importancia del mensaje griffithiano y le dieron, con sus obras, su verdadero sentido.