Sinopsis
No fue el amor, sino la necesidad lo que llevó a Anna a aceptar a Gersau, el gran ingeniero, ya casarse con él. La muerte de su padre le había traído dificultades económicas y Anna era una joven dama de cultura a la que le encantaba estar rodeada de cosas hermosas. Por lo tanto, cuando el rico y renombrado Gersau le propuso matrimonio, ella prometió convertirse en su esposa, aunque rompió el corazón de Roland, su amigo desde la infancia. Roland era un joven ingeniero prometedor y despertó los celos de Gersau por la forma en que corría tras la mujer que amaba, incluso cuando era esposa. Pero la amistad entre los dos se renovó y fortaleció cuando Roland, evitando todos los esfuerzos por detenerlo, se precipitó a la residencia en llamas de Gersau y guardó algunos planes valiosos. La casa había sido incendiada por el descuido de Gersau, quien, torturado por los celos, había dejado una luz bajo una réplica en su laboratorio para ir a velar por su esposa. El resultado fue una explosión y pronto todo el edificio se incendió. Roland, quien rescató los preciosos planos, solo se salvó de la muerte saltando desde una ventana alta y sufriendo varias heridas. Poco tiempo después, cuando Roland se recuperó algo de sus heridas, se abrieron los grandes muelles, obra maestra de Gersau. Pero mientras el ingeniero estaba dando el discurso de apertura, la presa estalló. Toneladas de agua se precipitaron sobre el muelle, arrastrando el excelente banquete que se había preparado y abrumando a la gente que asistió a la ceremonia de apertura. Muchos pudieron salvarse aferrándose a la mesa del banquete, pero Gersau fue arrastrado por las crecientes aguas y solo fue rescatado con gran dificultad. Esta terrible catástrofe lo volvió loco. La angustia de su esposa es indescriptible, porque había aprendido a amar al marido tranquilo y fuerte que había elegido por razones distintas al afecto. Luego se llevaron al demente. Lo metieron en un manicomio y en agonía mental ella lo visitó allí, pero él no la reconoció y no quiso tener nada que ver con ella. No tenía nada más que hacer que unirse a una salvaje ronda de búsqueda de placer para intentar olvidar. Después de un tiempo de cuidadosa atención en el manicomio, el gran ingeniero mostró signos de recuperación. Poco a poco, recobró el sentido común y, finalmente, los médicos le dijeron que estaba bastante bien de cuerpo y de mente y dieron la orden de ponerlo en libertad. Fue en su camino de regreso cuando vio lo que envió un estremecimiento de disgusto a través de él; su esposa en la alegre multitud de juerguistas con Roland. Los viejos celos regresaron, los siguió y observó hasta que vio a Roland suplicando su amor. No pudo soportarlo más, irrumpió en ellos y ahuyentó al traidor. Luego se fue, presa de emociones encontradas. Arrancándose sus mejores galas, Anna la siguió, suplicó perdón y confesó su amor, y fue perdonada.
