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Película de Mario Camerini, ayudado por Corrado d'Errico, ya en las postrimerías del silente. La producción tiene ínfulas de gran espectáculo pero enseguida nos remite al estudio intimista de los personajes, con la gran disyuntiva de fondo como es la comparación entre la Arabia secular, con sus ritos y costumbres, y el "mundo exterior", personificado por el joven Ismail, que acaba de regresar de un largo viaje por Europa.
En la trama interviene, cómo no, un taimado árabe que desea ver su país liberado de los colonialistas italianos y que en sus horas muertas se entretiene persiguiendo a lindas señoritas árabes con intenciones aviesas. A su llegada, Ismail comprende que todo lo que ha vivido, aprendido y asimilado en su periplo europeo chocará por fuerza en el ambiente tradicionalista que le vio nacer. Y como para hacer sufrir un poco más al espectador, se incluye la historia de una muchacha que se ve obligada a huir con su hermana ciega por el vasto desierto.
Todo lo dicho apunta a varias subtramas que en la consecución final del producto quedan en simples intenciones. Nos tendremos que conformar con ver las andanzas del villano y esperar al momento en que lo eliminen; y aguardar al estallido final con la confrontación árabe-italiana, que no pasa de ligera escaramuza. En suma, la bandera italiana vuelve a ondear como dueña y señora del territorio y aquí paz y después gloria. Por cierto, a la película le falta una parte final, que es relatada en forma de intertítulo.
(Eddie Constanti)