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Novela escrita por André Picard y llevada a Broadway en 1921 por David Belasco, "Kiki" es uno de los pocos papeles que necesitan de una actriz que se arriesgue y que, al mismo, no tema hacer el ridículo si su interpretación queda demasiado corta o, por el contrario, sobrepasa lo que requiere el personaje. Algo de esta segunda posibilidad le pasó a Mary Pickford, al llevarla al cine por segunda vez en su versión sonora, en 1931. Lo que en ésta era tedio y morosidad narrativa, en la anterior, la que hoy os presentamos, es encanto y levedad.
La Talmadge, en el pináculo de su carrera, aceptada y adorada por el público, no hubo de tener ningún reto específico para personalizar a esa chica humilde que, por casualidad, logra colarse entre bastidores de los follies parisinos, siempre en busca de su amor imposible, Colman, director del teatro, mujeriego y distinguido calavera. Talmadge-Kiki está soberbia, bulliciosa, burlona y en todo momento con una agilidad de joven gacela (recordemos que aquí ya tenía treinta y dos años, algo lejos de los veintipocos que requiere el texto). Pero nos la creemos, pero aceptamos sus idas y venidas de su habitación al comedor, pero la queremos y la apoyamos más que a la amante "oficial" de Colman (excelente esa primera salida en público de Kiki con borrachera incluida).
Colman es Colman y con esto ya está todo dicho. Elegante, señor, eficaz a pesar de su papel de francés catigador, da una lección de saber estar en un guión que le permitía exagerar el gesto, algo que él evitó. Comedia amable con altibajos emocionales, donde cada secundario cumple a la perfección (magnífico George K. Arthur en su desempeño como mayordomo), pensamos que os hará felices durante su metraje.