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Antoine eligió este tema un poco "de rebote", ya que no podía filmar lo que realmente le apetecía (véase el extenso comentario al respecto, al inicio del filme). Esta "arlesiana", ya llevada al cine anteriormente por Capellani, había de ser, pues, una obra poco menos "para salir del paso", pero Antoine no era un profesional de medias tintas y, como no podía ser menos, dejó su impronta en forma de bellas imágenes y siguiendo fielmente la obra en que se basaba, escrita por Alphonse Daudet.
El carácter naturalista de Antoine se nos dibuja desde el principio, en la presentación del escenario y los protagonistas del drama: la ciudad, los habitantes, los animales... con imágenes de todos estos elementos. Ocurre, sin embargo, que pese a la buena mano de Antoine y la excelente dirección de actores, una obra como ésta, un poema, al ser trasladado en imágenes pierde gran parte de su razón de ser. Así, al espectador le puede parecer ridículo ese amor fou de Frédéri que le impulsa a encerrarse en sí mismo, a repeler a la familia que trata de "curarlo" y a desoír cuantos argumentos se le formulan, vagando todo el día como alma en pena, mesándose los cabellos como un poseso y olvidándose de su trabajo, de su novia y de que tiene padres.
Por otro lado, la esencia como "mujer mala" de la arlesiana tampoco se nos muestra como sería debido; su personaje queda apagado y no vemos en ella esa arpía del demonio que pretende ser. La película, filmada en escenarios naturales y en la misma Arlés, tiene, en su apartado estrictamente fotogénico una baza importante (esas callejuelas de Arlés son espectaculares). Sin embargo, queda como un poema mal adaptado... o como una cinta empobrecida. Al menos, así lo pensamos.
Eddie Constanti