Comentarios
Otra pieza de fina orfebrería, otra deliciosa miniatura con que nos obsequia el maestro Perret. Con cuatro soberbios trazos, nos explica la triste y cotidiana historia de un amor no correspondido, de una resignación y de la paz que llega con el tiempo, a pesar de todos los pesares. A todo ello no es ajena la sensible música compuesta ex profeso para el corto, huyendo de los recursos tan penosamente habituales (estás viendo un western y como fondo suena la Tocata y fuga de Bach).
La figura de Perret, el protagonista, ya la conocéis --y más que lo iréis conociendo--. Respecto a Yvette Andreyor, en la primera y segunda decenas del siglo veinte fue una figura eminente en la escena y en la pantalla. Feuillade se fijó en ella y la convirtió en la Joséphine de "Fantomas" y luego en la Jacqueline Aubry de "Judex". Además de los directores ya citados, trabajó para Jacques de Baroncelli, Germaine Dulac, Cavalcanti y René Clair, entre otros, hasta casi su fallecimiento, en 1962.
Al margen de ese final reposado, un corazón quedará roto, algo que, salvo raras ocasiones, se suele repetir en la vida diaria...