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Recomendación: dejad el sonido en modo silencioso cuando la veáis: no hay banda sonora y en su lugar parece como si estuviesen friendo calamares durante toda la película.
Humberto Mauro fue el más grande director de cine brasileño de la época muda y hasta bien avanzado el sonoro. Hijo de un emigrante italiano, inició su andadura profesional instalando, a principios de siglo, la recién descubierta electricidad en distantes aldeas brasileñas, hasta que se interesó por el cine, el nuevo arte que nacía con fuerza en todo el mundo. A finales de los treinta recibió un encargo singular: un paquete de secuencias ya filmadas por Adhemar Gonzaga, quien tenía un proyecto de película con Carmen Santos como protagonista, proyecto que se fue al traste porque Carmen estaba "visiblemente" embarazada. "A ver si puedes hacer algo con este material", le dijeron a Mauro, dándole una serie de planos sin orden ni concierto, en los que debía eliminar cualquier rastro de la citada Carmen Santos. Mauro lo desechó, decidiendo partir de cero; pudo elegir el cine sonoro para realizar la película, ya que éste estaba en pleno funcionamiento en países como Estados Unidos, pero prefirió seguir experimentando con el silente. Así nació "Labios sin besos", el antecedente más claro de la futura nouvelle vague francesa... ¡treinta años avant la lettre!
En efecto, no estamos inventando nada. Ved la película, esos ángulos inusuales empleados por Mauro, esa frescura de cámara bajo el brazo siguiendo a los personajes, esa impresionante escena de amor en el parque... y decidnos si no os recuerda, por ejemplo, a "About de souffle" de Godard, por poner un ejemplo. Mauro nos ofrece una configuración urbana sofisticada pero, a la vez, cotidiana de Río de Janeiro en aquellos años. Todo respira provisionalidad, como si los planos se hubiesen rodado sin planificación previa, pero al mismo tiempo formando un conjunto equilibrado y homogéneo que configura, quizá, la mejor producción brasileña del silente. La historia podría parecer vanal --joven de la sociedad adinerada que conoce a un señorito con fama de donjuán, equívoco con determinadas personalidades y unos besos robados (¡ay, Truffaut de mis recuerdos!) que al final resultan sinceros--, pero en manos de Mauro se convierte en una sinfonía de gozosa naturalidad y de gran frescura visual.
Letitia Rosa está magnífica en ese papel de niña rica que reivindica los besos que alguien puso en sus labios con engaños (luego veremos que no fue así) y el resto del reparto está perfectamente ajustado a los papeles que le corresponden. La película es la primera vez que se presenta con subtítulos en español, aunque la copia, como sucede con muchas que se ofrecen en este ciclo, no es ningún prodigio de calidad, si bien procede de un blog brasileño. Y ya sólo nos queda decir que la veáis y os sorprendáis de lo que fue capaz de hacer un director de cine... cuando un determinado tipo de cine aún estaba por descubrir.
