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Drama por todo lo alto, dramón de lágrima y pañuelo. A la misma altura que cualquier folletín por entregas, aunque con una diferencia: aquí la protagonista es mucho más perversa, mucho más devoradora de hombres, a los que utiliza para usar y tirar, hasta el punto que uno, ante ese argumento tan extremo, enseguida se toma las cosas como una parodia del género y deja el pañuelo para mejores empresas.
Italia Almirante-Manzini, hija de actores, tomó el apellido de varios de sus tíos y además sus padres tuvieron la ocurrencia de ponerle como nombre el del país que la vio nacer. Fue una de las "cuartas" divas en importancia dentro del cine italiano de esa época (hubo bastantes "cuartas, como iréis viendo). Arriba quedaban Francesca Bertini, Lyda Borelli y Pina Menichelli. En esta película se encontraba en un momento álgido de su carrera y su interpretación es digna del mayor elogio. Sin el lánguido desgarro de la Borelli, ni la carnalidad de la Bertini, ni el turbio erotismo de la Penichelli, tenía, sin embargo, un don, una complicidad con el público, que llenaba las plateas.
Podía ser mala como aquí, pero, Dios sabe por qué, se hacía perdonar. Mucho más cuando, como en "L'Innamorata" se entregaba a un postrer sacrificio de los más limpios, drásticos y elegantes que hemos visto en el cine. De hecho, cuando éste se produce, al director (Mario Almirante, primo de la actriz), apenas le quedan recursos si no es para señalar el final de la película.
Copia restaurada, sin embargo ha llegado a nosotros bastante castigada por el tiempo. Con todo, la imagen es clara y permite una visión sin muchos problemas. Buen ritmo, destacable ambientación, amores despechados y traiciones sin cuento. Y repito: atención a esa inmolación contundente de la señora Italia y también a su presentación en la película: su primo le regala un exquisito homenaje.