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Léolo


General

Titulo original: Léolo
Nacionalidad: Canadá
Año de producción: 1992
Género: Drama

Otras personas

Director: Jean-Claude Lauzon
Escritor: Jean-Claude Lauzon
Productor/Estudio: Les Productions du Verseau; Flach Film; Le Studio Canal+
Compositor: Richard Gregoire
Fotografia: Guy Dufaux

Funcionalidades

Duración: 107
Pistas de idioma: Castellano; Francés
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Color
Fuente ripeo: DVD
Soporte: DivX
Tipo archivo: AVI
Calidad imagen: Buena
Peso: 1,5 Gb

Reparto

  • Maxime Collin
  • Gilbert Sicotte
  • Ginette Reno
  • Julien Guiomar
  • Giuditta Del Vecchio
  • Denys Arcand
  • Pierre Bourgault
  • Andrée Lachapelle
  • Yves Montmarquette
  • Lorne Brass

Sinopsis

Léolo es un niño que vive en un humilde barrio de Montreal, atrapado en una sórdida existencia. Cada noche intenta evadirse por medio de los recuerdos, los sueños y su desbordante imaginación, pero la cruda realidad familiar interrumpe siempre sus fantasías: tiene un padre obsesionado por la salud intestinal de toda la familia, un hermano culturista que vive preso del miedo, dos hermanas que padecen trastornos mentales, un abuelo a quien nadie presta demasiada atención y una madre enorme que domina el microcosmos familiar.

Comentarios

Premios

1992: Seminci: Espiga de Oro (ex-aequo con "El largo día acaba")
1992: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro

Ternura, brutalidad, negrura, elegía, disparate, gracia, humor, horror, delicadeza, violencia. Todo, incluido lo más opuesto -un giro violento es seguido sin que se produzca ruptura de ritmo por una pincelada de gran finura-, forma parte natural, nunca forzada, del mundo desconcertante, al mismo tiempo repelente y fascinante, de esta película, que convierte a su escritor y realizador, el canadiense Jean-Claude Lauzon, en uno de los cineastas más originales y valerosos -se juega la credibilidad de cada secuencia y siempre la saca adelante- del cine actual y del cine que viene, ese que se cuece ahora mismo en las imaginaciones de un puñado de cineastas que no están dispuestos a someterse al adocenado rasero de lo pactado en el sistema de consumo de películas dictado por Hollywood e idean y juegan a su aire, al aire libre, a respirar libertad.

Léolo tiene algo de puñetazo entre los ojos y de funambulismo sin red protectora. Es una película indistintamente brutal y delicada, que nos devuelve -pese a las estafas cotidianas que este sobado término genera- la idea de que hay veces, aunque muy pocas, en que es posible hablar de cine de autor. Todo en este filme es una pesadilla inseparable de la interioridad de su soñador: la pesadilla de la reconstrucción de una indescriptible horda familiar en el hormiguero de un arrabal del Canadá francés: una tribu apiñada, desquiciada, enloquecida, con fealdad casi limítrofe con lo monstruoso y, sin embargo, compuesta por gente humana hasta lo indecible.
Es la fuerte personalidad del creador de ese mundo cotidiano, Jean-Claude Lauzon, el hilo que vértebra, organiza y homogeneiza el amasijo de personajes, historias, escenarios, situaciones e imágenes que abarrotan este filme atestado de ideas y distinto a todos, muy denso y, no obstante, fácil de ver y de disfrutar, gracias al encanto que permite a un juego feísta crear belleza refinada. Película incatalogable y, una vez vista, inolvidable, cuyo único, lejano y traído aquí por los pelos antecedente hay que buscarlo -con diferencias abismales, ya que Léolo es una obra lírica, y ésta, de puro terror- en la legendaria Parada de los monstruos (Freaks), de Tod Browning.

Lauzon tiene 40 años y éste es su segundo largometraje. Tiene detrás un concienzudo aprendizaje en Montreal y Los Angeles. Hollywood le llamó y ésta fue su respuesta: "Querían que hiciera una película con una estrella de renombre. Me dijeron: 'Aquí nadie te conoce, empieza con una película pequeña y luego podrás hacer grandes películas'. Yo contesté: 'No quiero hacer una mierda pequeña para luego seguir haciendo más mierdas".

Tras Un zoo, la nuit (1987) llegó Léolo, que permite ahora a Lauzon explicar su método de trabajo con esta precisión: "Cuando escribo una película, no tengo una estructura. Cuando estoy metido en un proceso creativo importante, nunca puedo saber hacia dónde voy". Es una descripción difícil de mejorar de Léolo. Cada giro del relato es imprevisible, como si se improvisase. De ahí su libertad: es imposible, mientras vemos una escena o descubrimos un apunte, adivinar por dónde va a ir la escena siguiente o cómo se cerrará ese apunte, que surge en la pantalla en ocasiones de forma tan ágil que su esbozo dura pocos segundos. Lauzon es una de las revelaciones más esperanzadoras del cine de los últimos años. Todo él es un chorro de inventiva, pero de inventiva dominada, no degradada por la tentación de la arbitrariedad y la facilidad de la ocurrencia.

Léolo fluye a través de giros, se dobla y desdobla en fugas y saltos, transcurre de manera tortuosa y accidentada, pero con gracia y transparencia. Situaciones de baja miseria moral encuentran en Léolo resoluciones de alta elegancia. Incluso imágenes que bordean lo escatológico -mal gusto- se hacen destellos de ingenio limpio: buen gusto. La mirada de este cineasta alquimista convierte -y la analogía es suya- la mierda en oro.