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Tras la Gran Guerra, los belgas filmaron una docena de películas centradas en los horrores sufridos por su pueblo durante la citada contienda. No les faltaba la razón. Alemania les había prometido la neutralidad y lo que sucedió fue que, debido al lugar estratégico que ocupaba Bélgica, los germanos pensaron que si allanaban el camino por ese territorio llegarían con mayor facilidad a Francia. Se terminó la neutralidad y los pactos de no agresión. "Bélgica mártir" fue la primera de esas películas. En ella se retrata la historia de una pequeña villa de Flandes en el momento de la conflagración. De la paz, al terror. De la armonía, al miedo. Hombres alistados, seres inocentes sacrificados, barbaridades horrendas y venganzas como contrapartida.
No falta el salvaje teniente alemán, ni la madre inmolada, ni el buen cura impotente para frenar aquel desatino. También hay un retazo de amor, pero muy de pasada. Parece ser que un grupo de actores y actrices de los principales teatros belgas sugirieron intervenir en la película, siquiera fuese para menguar el desánimo de los belgas una vez terminado el horror. Así, pues, los protagonistas son actores profesionales.
La trama, por sencilla, no escatima sin embargo duras escenas y veracidad. Y si alguien considera que se cargaron demasiado las tintas en determinados momentos, siempre en detrimento del "malvado boche", que reflexione sobre lo que tuvo que soportar ese país engañado y, en casos concretos, casi aniquilado.