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Nuevo manual del señor DeMille sobre las turbulencias matrimoniales, sus causas, sus efectos y cómo superarlas si se tiene a un hábil director cinematográfico dispuesto a montar un bonito happy-end. Esta vez se trata de un marido obsesionado por su trabajo, una esposa con mucho tiempo libre para pensar y una hija que acaba siendo quien recibe las bofetadas. Naturalmente, según la visión de don Cecil, el marido es un santo incomprendido que, lo único que hace mal --el "pobre"--, es pensar demasiado en ganar mucha pasta para que su esposa y su hija la gasten a su gusto. Por tanto, la esposa, en concordancia con los grandes esfuerzos de su marido, no tendría que caer rendida a los pies de un rey europeo de opereta, como sucede aquí.
Las "perlas" desgranadas a lo largo de los intertítulos tampoco tienen nada que desear. Ahí van algunas: "La mujer (casada) ocupa todo su tiempo en sentirse desatendida"; "Las mujeres sois una mezcla de infantilismo, coquetería y malicia"; "Una mujer perdonará a un hombre si él se ha equivocado, pero nunca si la equivocada es ella". ¿Os bastan estas muestras?
Pero al mismo tiempo DeMille se la sabía muy larga. Te doraba la píldora y uno se la tragaba. Nadie puede negarle su pericia en fabricar historias de cine, ni el ritmo que imprimía a sus productos, ni la elegancia de sus puestas en escena, virtudes que sin duda tiene esta "costilla de Adán" que os presentamos. Incluso se permite el lujo de incluir una paginilla del pasado (esta vez, nada menos que centrada en la era prehistórica), que sirve de moraleja para la acción que discurre en la pantalla. Vamos, que el relato pasa tan suave como un granizado de anís, pero a poco que uno profundice algo más allá de la envoltura, empiezan a surgir los tics personales del director. De cualquier forma, estoy presentando los defectos de DeMille y más de uno pensará que me paso, que era un genio en lo suyo y que no hay escena que le haya emocionado más que cuando Moisés, en "Los diez mandamientos", separa las aguas del mar Rojo (en Barcelona tenemos las fuentes de Montjuic, que no se quedan cortas).
De acuerdo, película de buena factura (ideologías al margen), bien interpretada (Anna Q. Nilsson, como siempre, espléndida) y que nos demuestra que, aunque las cosas vayan mal en un matrimonio, siempre hay un camino a la derecha... (ahora me he liado) ...un camino de entendimiento para recuperar las armonías perdidas. Amén.