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La película ha recobrado vida por cortesía de Turner Classic Movies en una restauración digital muy bien hecha y completa. Si tenéis la oportunidad de verla, no dudéis en arriesgaros (?): a pesar de ser un silente (yo eso lo considero un hándicap [?]), es una película entretenida, con mucho que ofrecer. Hay una buena actuación, especialmente de Louis Wolheim como el gángster principal, cuyo rostro es tan expresivo que parece que lo oigamos mientras está en la pantalla. Marie Prevost y "Skeets" Gallagher se convierten en sólidas actuaciones de apoyo. Los diálogos son inteligentes: muy buenos dadas las limitaciones inherentes a los silentes (?). Personalmente, pienso que su mejor característica es la maravillosa cinematografía. Rara vez la técnica de la cámara parece anticuada o primitiva, y muchas escenas están tan bien hechas como cualquier otra desde entonces. El uso de fundidos y ángulos interesantes es eficaz e incluso hay un par (sorprendente, para mí) de intentos de zoom que salen bien. Obviamente existe un buen equipo de director y de cámara. El aspecto general de la película es fresco y claro. La historia es bastante entretenida y los personajes cobran vida, por lo que me alegra que esta película también haya vuelto a la vida.
SAM DE GRASSE
Fijaos si era malo que antes de dedicarse al cine fue dentista. No os diré más. De rasgos duros y mirada taimada, Allan Dwan lo eligió para bastantes de sus película, siempre como el villano de la función. Era un sheriff corrupto, el cabecilla de los bandidos, etcétera. Cuando Mary Pickford y Douglas Fairbanks crearon su propio estudio, llamaron a de Grasse como actor en nómina. Allí, por supuesto, siguió haciendo maldades.
Lo recordaréis como el horible Juan I de Inglaterra de "Robin Hood", por ejemplo. Con la llegada del sonoro se retiró a la Costa Oeste y por circunstancias de la vida tuvo tres hijastros de distintas mujeres. Ahí ya tenemos una posible explicación de su sempiterna maldad.