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En otro archivo Que Grande es el Cine, de José Luis Garci. Programa 61. Presentación y coloquio.
Fecha de emisión: 8-abril-1996. Invitados: Antonio Martínez Sarrión, Juan Tébar y Miguel Marías.
Con cambios superficiales respecto a la novela original como son la eliminación de personajes, tomando lo esencial de lo sobrenatural y fantasmal, y sin profundizar en la magia, entre otros motivos, para intentar eludir la censura de la época.
Podría considerarse una película un tanto híbrida donde se une lo castizo de la época con la leyenda, lo policíaco, el terror, la aventura y la ficción.
En esta película podemos ver que Edgar Neville tuvo influencias del cine expresionista alemán (de cuya corriente es una muestra El gabinete del Doctor Caligari) y del cine gótico, por ejemplo en la recreación de la ciudad subterránea, la torre de los siente jorobados que se hunde en la tierra.
No cabe duda que es todo un hallazgo, ya que no tenía ni idea de su existencia. Poco presupuesto, pero mucha imaginación. Sólo hay que ver los decorados de la ciudad subterránea. Amén de algunos momentos que la peli parece que se cae, la verdad es que aguanta muy bien el tipo y siempre es creible y divertida. Otra cosa: le da mil patadas a algunas de la Universal que luego las ponemos por las nubes y son de lo más infantiles, y me refiero a las buenas, o que se supone que son buenas.
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En “La torre de los siete jorobados” (1944) Edgar Neville mantiene intacto ese aire castizo y continúa con los tintes fantásticos de “La vida en un hilo” y “Domingo de carnaval”, pero esta vez da un giro hacia la intriga y hasta el terror. El film no se desprende de la comedia. A pesar de quedar relegada a un segundo plano sigue teniendo escenas hilarantes, hasta el mismísimo Napoleón aparecerá por aquí.
Basilio (Antonio Casal) es un pobre hombre a quien un tuerto, Robinson de Mantua (Félix de Pomés) se le aparece mientras apuesta su último duro. Tras ayudarle con su suerte, este hombre desaparecerá no sin antes recordar que ahora Basilio está en deuda con él. Una vez superado el desconcierto inicial Basilio descubrirá que se trata de un hombre al que han asesinado y necesita ayuda para proteger a su sobrina Inés (Isabel de Pomés).
A pesar de estar en plena posguerra, Neville lleva a cabo un film de buena calidad con una factura técnica excelente. A lo largo de la escasa hora y veinte de metraje no colaremos en barrios de la capital, cabarets, casas, galerías subterráneas, etc. Cierta parte y estética del film bebe indudablemente del expresionismo alemán que se adapta perfectamente al tono fantástico del film.
El número de personajes secundarios es muy extenso. Antonio Casal tiene el protagonismo absoluto, consigue interpretar perfectamente a un hombre bueno y algo ingenuo pero con la inteligencia suficiente como para tirar del hilo que impulsa la historia. El resto de actores, a pesar de no tener muchos minutos hacen un gran trabajo para crear un universo desconcertante pero atractivo y tremendamente divertido.
La película es muy corta y además se pasa en un suspiro. Los misterios y la investigación se desarrollan de forma muy dinámica, el excelente trabajo musical no tiene nada que envidiar a cualquier gran película de cine negro. Edgar Neville consigue, tanto a través de su guion como de su dirección, entremezclar varios géneros cinematográficos en un perfecto equilibrio. La intriga, sin sobresaltos ni giros sorprendentes, enganchará hasta el final por la atmósfera creada. No nos importará tanto el devenir de los acontecimientos como por el devenir de los personajes, con los que hemos conectado desde un primer momento.
El cine español vive en un continuo complejo. El público no le tiene el respeto o la adoración que los de otras nacionalidades tienen a su propia industria. Existen un millón de motivos por lo que esto es así, pero sólo voy a poner el foco en una, el desconocimiento general que hay del buen cine español, especialmente el clásico. El espectador medio ha oído hablar de Berlanga o Buñuel pero si ha visto un film de cada uno de ellos podemos estar contentos. Por el contrario la televisión nos ofrece continuamente películas de Marisol, Paco Martínez Soria y compañía. Con esos referentes es lógico que nadie se plantee que entre nuestros cineastas había uno capaz de superar a muchas cintas de intriga hollywoodiense de su época. Edgar Neville deja claro con este film que le sobraba talento y buen hacer.