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En otro archivo Que Grande es el Cine, de José Luis Garci. Programa 64. Presentación y coloquio.
Fecha de emisión: 29-abril-1996. Invitados: Juan Cobos, Antonio Martínez Sarrión y Juan Tébar.
Premios:
1966: Festival de Berlín: Oso de Plata - Mejor Director
Allí que se van escopeta en mano, el tomillo cosido a las fosas nasales, mirando directamente ese sol que pica más entre montes y conejos, con la frente perlada de un sudor aún fresco, con pana pegada a las piernas y pelados los hombros. Y se miran, y hablan; y Saura hace resbalar su cámara por ellos como si quisiera que el espectador se ahogara también en ese bochorno de digestión a medias y calor seco; en ese irrespirable, por pálido y espeso, blanco y negro.
Y no siempre Saura fue buen director, aunque siempre fue buen fotógrafo (o su hermano o el que sea... Yo hablo de lo que mis ojos reciben); pero en esta peli la crispación te llega, ya lo creo, te empapas de ella. Y luego España, y luego el tiempo, y luego los jóvenes, y los vencidos. Y los perdedores. Todo eso ya no importa; toda esa España rancia, de mañacos en pantalones cortos y escasa comida, chicas de la cruz roja en los 60, grises a caballo y niño córtate el pelo.
Pero la crispación, retratarla de este modo. El bigote de Alfredo Mayo y su cara adusta, firme, dictatorial. Cara de cabrón vencedor, de hijo puta. Y los cuellos transpirando y las moscas, el polvo y los matojos. El monte. Eso va más allá de guerras civiles y Franco y posguerras y Manuel Hedilla (y demás actores, más o menos desconocidos, de esa época que nos cansa sin conocerla apenas)... Esta película va más allá de la trillada temática del cine “apañó”, por tratarla no desde el panfleto, no desde la denuncia solapada y discursiva. Sino desde eso que algunos directores obtienen en alguna ocasión, muchos de casualidad, que se llama "confabulación". De los astros, los hados, las ninfas, de Apolo... De lo que sea.
Y ustedes dirán ¿atmósfera? Esta peli no tiene atmósfera. Pero no estaré de acuerdo, me temo. Porque esta película es España, o lo que fue España, no sólo por su trama o su “recao”; sino por su clima añejo, atrabiliario, asmático, de silencios impuestos y guiños forzados. Y eso es lo que a mí me llega de esa época, de esa memoria colectiva de país cerrado en sí mismo, caduco y podrido; de sus odios, sus recelos contenidos, sus servidumbres y sus montes y conejos.