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La trama es la siguiente: joven a la que no se le da el dinero para cambiarse de vestidos, mientras que a su hermano se le permite tener un vestuario más que suficiente. Ella decide dar "el golpe" presentándose en el baile principal de la ciudad con un frac de su hermano. El problema estalla. Esa joven ha cometido una desfachatez al vestirse con un frac. Su padre la llama "puta" y ella debe huir con su pretendiente, un noble, a casa de unas familiares, unas damas libres de prejuicios, donde se podrá refugiar de una sociedad que no la comprende.
Con este argumento, se podía desarrollar un drama de mucho cuidado, muy al estilo de las conocidas sagas nórdicas o bien...
rebozarlo todo con esa especie de toque mágico entre comedia y crítica social, tan propio del cine sueco de estas postreras etapas del silente de su país. Karin Swanström recoge el tema original y lo convierte, casi, en un divertimento. A ello ayuda el excelente protagonismo de Magda Hom, en ese papel de la joven que se sabe fea pero que termina triunfando en sus problemas y en el amor, y de Einar Akelsson, ese conde venido a menos que parece estar un poco "fuera de lugar", pero que, en el momento que más interesa, está donde más se le necesita.
Es una hermosa película. Pausada, con sus contrapuntos de tensión, de comicidad y de situaciones límite bien resueltas, que nos reafirma en la idea de que el silente sueco fue más allá de las obras maestra de los grandes apellidos que todos conocemos.
