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Cukor, con su habitual estilo plano, nos plantea una película llena de encanto y calidez que tiene sus bazas en la interpretación de los actores y en un magnífico guión, cuestiones que acaban por importar más que una realización excesivamente funcional, casi insulsa.
Pero, como digo, esos posibles fallos derivados de una excesiva teatralidad y de un tratamiento visual demasiado escueto, se ven ampliamente compensados con la magia de la pareja protagonista (con un papel que le va a la Hepburn como anillo al dedo a pesar de que en su vida real los derroteros de la relación con Tracy fueron menos amables. Ahora, por si fuera poco lo ya dicho sobre malos tratos y demás, se rumorea que era lesbiana) y con la nada precipitada ni esquemática historia (al menos no tan esquemática como de la fecha de la cinta y de sus pretensiones de comedida podría sospecharse a priori). Guión con matices y lleno de ingeniosos detalles, salvando algunos gags demasiado fáciles, que hacen de este producto una película perfecta para disfrutar y, por si fuera poco, para reflexionar sobre nosotros mismos (más allá de los obvios planteamientos feministas y progresistas) y sobre cómo afrontar aquello que realmente tiene importancia (L'amour, L'amour, L'amour... Y sus problemillas)
