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Curioso experimento cinematográfico que comienza con un relato romántico, sigue con una trama de misterio, entra de lleno en el género de la ciencia-ficción y termina con una sorpresa que aquí no vamos a desvelar, por supuesto. Con unos inicios algo titubeantes, luego cobra fuerza y alcanza momentos realmente apocalípticos, con escenas espectaculares, movimiento de masas y tintes imprevisibles.
Dirigió el productor un Luitz-Morat poco divulgado, pero que aquí demuestra buenos mimbres. La primera escena nos muestra la confesión de Gallée, afirmando que es el mayor criminal de todos los tiempos, ya que ha destruido una de las ciudades más importantes del mundo (París). Por tanto, con este punto tan prometedor, el interés prende inmediatamente en el espectador. Las imágenes de un París aterrorizado están bien realizadas y todo queda a expensas de ese final sorpresa que ya hemos citado más arriba.
Daniel Mandaille es un protagonista sobrio y convincente. Añadamos que Luitz-Morat utilizó escenas de incendios reales y diversas maquetas, entre ellas la de la torre Eiffel. El guión no hay duda que escapa a la media de las producciones de esa época y, en definitiva, son setenta minutos bien aprovechados.
Eddie Constanti