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Lujosa producción danesa dirigida por Robert Dinesen. En ella cabe de todo: escenarios fabulosos, un harén con dos docenas de juguetonas huríes, una danzarina con serpiente incluida e incluso varios elefantes. De cualquier forma, mucho nos tememos que la película, a pesar de tanto boato, no gustará en absoluto a las damas feministas (si es que alguna le echa un vistazo). Y no diré más para no destripar el argumento.
Gunnar Tolnaes, el marajá, pasa todo el metraje mirando fijamente al cielo (o al techo, según corresponda). Lilly Jacodsson, la joven encandilada por el marajá, tiene unos ojos tan claros que duele verlos. También anda por allí Carlo Wieth, el marido de Clara Wieth, aunque luego se separaron. Si algo se le puede achacar a la película es que con ese argumento bastaban veinte minutos y no los sesenta y cuatro que tiene. Y también un exceso de lentitud, que llega a cotas de ensimismamiento.
(Eddie Constanti)