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Si tuviésemos que aplicar un adjetivo al estilo de Baroncelli nos vendría enseguida a la cabeza una palabra: exquisito. La exquisitez de este autor queda plasmada desde el primer fotograma de cada una de sus películas: encuadres milimétricamente perfectos, superposición de imágenes, pocos intertítulos (lo que se puede explicar con una imagen, no necesita palabras). Eso es lo que consigue de Baroncelli y con una sabiduría infinita (alguien está pensando en algo determinado - imagen superpuesta de ese "algo", apenas dos o tres segundos = ergo, el espectador sabe inmediatamente en qué piensa esa persona).
"La mujer del vecino" es un preciosista juego de salón, desarrollado a cuatro bandas (las dos parejas que intervienen en la película y que, casi, configuran todo el cast). Los cuatro se enamoran, rompen y vuelven a enamorarse de la primera persona en quien se habían fijado. No pasa más que eso (pasa la vida, podríamos decir): el mar, los ambientes lujosos, el juego del flirteo, son las bases para esta comedia que, en nuestros días, podría haber firmado perfectamente Erich Rohmer, aunque aquí los personajes, contradictorios como cualquiera de nosotros, tienen más cuerpo-humanidad que los de los filmes de Rohmer.
¿Una hermosa burbuja llena de nada en su interior? Es posible. Pero, ¡qué burbuja, señores! Es una burbuja con destellos de pasión, de mentiras en forma de juego, de equívocos. Una burbuja exquisita, y aquí entroncamos con el adjetivo ya utilizado más arriba sobre el cine de Baroncelli. Vamos, entrad a conocer a este galo.
Eddie Constanti