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Los que hayáis seguido en este hilo ya sabréis que De Mille nunca ha sido santo particular de mi devoción, no ya por su sentido del espectáculo y su buen hacer técnico, sino por su filosofía de la vida en general y de la mujer, el matrimonio, el papel de ambos sexos en la sociedad y su falta de rubor al machacar la Historia, aspectos que suelen quedar bien reflejados en sus producciones. En "Fruto prohibido", sin embargo, debo acatar lo que ven mis ojos; y lo que ven es una espléndida cinta, con un guión meticulosamente medido, una planificación acertada y una interpretación excelente, encabezada por la protagonista, Agnes Ayres (heroína de "The sheik").
Lejos todavía de sus epopeyas bíblicas, en "Fruto prohibido" De Mille muestra una gran frescura de ideas, sin discursos corrosivamente machistas. La historia es la de Cenicienta, pero sabiamente adaptada. Aquí hay una humilde costurera, atada a un esposo-zángano; un príncipe azul en forma de magnate del petróleo; dos hijas de la madrastra, personificadas por el matrimonio Mallory y un hada madrina que también es la misma señora Mallory, pero que esta ocasión no viste de galas a Cenicienta por pura bondad, sino para sacar provecho de ella con objeto de lograr la fusión petrolífera que persigue su marido.
Por supuesto, no podía faltar la habitual estampa del pasado (De Mille no sería De Mille si no añadiera ese complemento). En "Fruto prohibido" se trata del ya citado cuento, pero muy breve y suntuosamente presentado. A pesar del dramatismo de la historia, abundan las notas de humor (el mayordomo-ladrón observa con ironía el letrero de "Alarma contra ladrones"), los intertítulos son inteligentes y tenemos detalles técnicos, como ese primer plano del esposo, con el signo del dólar en cada ojo, que enriquecen el relato.
Dicen los entendidos que la película es un remake de otra anterior del mismo DeMille, "The golden chance" (1915); debe ser verdad, aunque nosotros ésta no la hemos visto. Y dicen también que Hitchcock afirmó al verla, en su época de la Selznick, que le parecía una de las diez mejores películas que había visto en su vida. Y aunque ya sabéis que don Alfredo era muy suyo en opiniones y gustos, en este caso estaríamos medianamente de acuerdo con él en que se trata de algo bastante peliculiar en la carrera de De Mille. Cabe añadir que la copia es un milagro de conservación y que los virados casi parecen un completo Technicolor, por su perfección.
Así, pues, a por ella (si queréis, claro).