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Imprescindible documento para conocer de primera mano cuáles eran las preferencias doctrinales del régimen franquista en pleno desarrollismo.
Una familia unida, divertida, entrañable (Pepe Isbert eternamente inconmensurable) que sin duda reflejaba las aspiraciones de los españoles de entonces: dar carreras universitarias a los hijos, gozar de vacaciones en la playa, ver a los hijos triunfar en la vida...Todo un cúmulo de buenas intenciones donde brilla la simpatía y la ilusión sobre cualquier atisbo de negrura o desencanto.
Resulta interesante cómo la visión de este film, al margen de las ya citadas dosis de edulcorante espolvoreadas con generosidad por los "bien pensantes" de un régimen dictatorial, logra despertar sentimientos de añoranza ante una realidad perdida: la familia como un núcleo protector donde poder cobijarse, donde encontrar cariño, comunicación y apoyo incondicional por parte de unos incansables progenitores dispuestos a soportar lo indecible. Y es aquí donde radica el pequeño punto a favor de la película, el describir de una manera tan sencilla un microuniverso que muchos conocimos en nuestra infancia y que el paso del tiempo arrumbó en el baúl de los recuerdos.
Se han realizado varias secuelas de esta película tanto en cine como en televisión. La primera fue La familia y uno más, dirigida también por Fernando Palacios en 1965. En 1979 Pedro Masó, productor de la saga, se puso tras la cámara para rodar La familia, bien, gracias, una película mucho más amarga, con guión de Rafael Azcona y del propio Masó. La última película, de 1999, es La gran familia... 30 años después dirigida asimismo por Pedro Masó.