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Tuvimos una secuencia de la bajada de los rápidos allá en Yosemite. Como soy del Maine, sabía algo sobre las canoas, y el único tío que también sabía era Tom Mix, que se había criado cerca de un río en Pennsylvania y sabía manejar bien una canoa, pero éramos los únicos. Así que tuve que hacer el papel del malo, ponerme su sombrero y su abrigo de pieles y bajar el río con Tom persiguiéndome. En principio tenía que participar otro en la persecución, así que Tom se puso su ropa. Rodábamos a tal distancia, que no se podía saber quién era quién. Fue muy divertido: yo perseguía a Tom, Tom me perseguía a mí, y yo me perseguía a mí mismo.
John Ford.
Un año antes de su conocida "The Iron Horse", Ford dirigió esta película que, hasta hace poco, se creía perdida. La suministra la filmoteca Narodni, de la antigua Checoslovaquia y, por desgracia, nos llega incompleta, algo que se advierte sobre todo en ese brusco final y, diríamos, en la poca presencia de Eugene Pallette dentro de la trama. El héroe es, ni más ni menos, que Tom Mix, cowboy del silente que, por sus maneras, se nos antoja como un Fairbanks del western: ágil, saltarín, noble de corazón y siempre dispuesto a la pirueta y la acrobacia con o sin caballo.
La historia, sin embargo, no incide en uno de los temas más queridos por Ford, la amistad entre personajes masculinos, a prueba de diferencias de pensamiento, de mujeres y de malentendidos;pero sí profundiza en la tesis, no menos fordiana, del héroe con profundo sentido de la justicia, capaz de llegar hasta el final ante cualquier adversidad y frente a todas las trampas que le dispone el destino en forma del villano de turno. Aquí se nos habla de un joven que va en busca de su hermano, que ha dado con un provechoso filón de oro. Pero antes de llegar hasta él, personajes siniestros matan a dicho hermano y se las componen para quedarse con la fructífera propiedad. A Mix le quedará la misión de descubrir a los asesinos, desenmascararlos y, de paso, conocer a una bella señorita que, se supone, a no tardar será la futura madre de sus hijos.
Con una bella fotografía, lastrada en ocasiones por defectillos de la copia, lo que nos ha quedado de la película es un relato vibrante, unos paisajes espléndidos y un conjunto de escenas perfectamente hilvanadas. Además, con secuencias tan emocionantes como la lucha sin armas contra voraces lobos y la persecución en canoa del apresurado final. También resulta interesante comprobar cómo eran las normas de justicia en aquellos tiempos y lugares para castigar a un supuesto asesino: expulsarlo hacia el páramo helado, sin agua ni comida, hasta que muriese por inanición o bien devorado por fieras carroñeras.
Fordianos o no, este suculento hallazgo alegrará vuestro espíritu cinéfilo.
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Aunque incompleta, se sigue bien la historia. Ford ya era un realizador más que competente y esta película es un prodigio de claridad narrativa y ritmo cinematográfico. La relación entre los personajes es lo que ha quedado más desdibujada con la pérdida de metraje, sobre todo la relación amorosa, pero, sumado a lo dicho, también maravilla la calidad fotográfica de la copia, los estupendos parajes naturales y las ingeniosas soluciones de guión. Se puede lamentar la ausencia de lo que falta pero satisface con creces lo que queda de metraje.
