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Premios
1984: Festival de San Sebastián: Premio FIPRESCI, OCIC
1984: Globos de Oro: Nominada a la Mejor BSO
Coppola se sentía flautista de Hamelín. En los últimos diez años, estaba reinando aunque el pueblo (espectador-taquilla) tuviera recelos en los últimos tiempos. Decidió el flautista deshacerse de encargos y convirtió sus planes de futuro en algo personal. Escogió para ello a la novelista S.E. Hinton. Dos novelas de esta escritora sirvieron de inspiración para las dos películas personales de Coppola. La prueba no salió mal (Rebeldes), pero aún quedaba inspiración para convertir la segunda adaptación de Hinton en toda una declaración de intenciones.
En reencuentro de Rusty James con su hermano es una mezcolanza de sentimientos capaces de traspasar las imágenes, de llegar a nosotros y de mojar toda la película de un ambiente embrujador. Todo ello gracias a la enorme calidad y pericia de su director que sabe dotar a la película de uno de los blancos y negros mejor realizados de los ochenta. La fotografía, que lo envuelve todo, que nos atrapa y nos sacude, es la mejor arma para desarmarnos.
“Rumble Fish” no es sólo la historia de un retorno. Diré que esta película es sólo una forma de mirar: la mirada sabia, eléctrica y cariñosa de Mickey Rourke. Y en esos ojos Rusty James no puede leer lo que él quisiera leer. Rusty es melancolía y Coppola lo capta de una manera tan exacta que no necesitamos demasiados diálogos para captar la esencia de esta película. Incluso sobra el último consejo de “el chico de la moto” porque las declaraciones de intenciones que Coppola proponen quedan patentes desde su inicio.
Cuando Rusty James se separa de su cuerpo, me encuentro completamente absorbido, ido y profundamente agradecido. Los relojes sin agujas, la autodestrucción de las drogas, el nihilismo de las bandas, los peces de colores y por fin… el mar.