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UN WESTERN DURO E INSÓLITO (por Eduard José Gasulla)
Estos pocos elementos son todo lo que necesita Fred Jackman, un oscuro director de la factoría Hal Roach, para sacar adelante uno de los westerns más inquietantes y a la vez menos conocidos que nos ha dado el cine: un viejo buscador de oro con su hija, dos bandidos perseguidos por la ley, un paisaje polvoriento, una mina improductiva, una cabaña miserable y un caballo salvaje, "Rex", que al final será quien imponga la necesaria justicia.
El viejo (que no lo era tanto), es Jimmy Finlayson, el eterno secundario de tantos cortos de Laurel y Hardy. Y el bandido más temible es... ¡Oliver Hardy! Un Hardy en el papel más desagradecido de su carrera: tuerto, sucio, repulsivo y lujurioso. Os costará aceptar su personaje, porque uno siempre espera en Hardy que juegue con su corbata o manipule su bombín en uno de sus típicos gags. Aquí es un ser inmoral, repugnante y que incluso trata de violar a la joven de la historia. Flota un ambiente malsano y enrarecido en toda la película, hay una pelea absolutamente brutal entre los dos bandidos y por fin tenemos a "Rex", que da su merecido a quien corresponde. La conclusión es ficticia, como sucedía en "Cayo Largo", con Bogart herido de muerte y que apela al futuro, cuando sabe que éste nunca llegará. Una conclusión que tal vez fue impuesta por el productor, para paliar en lo posible tantos aspectos sombríos que contiene el guión. En resumen, una de las páginas más duras e insólitas de la historia del western.