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Zhang Yimou fue uno de los primeros orientales que traspasó fronteras y cautivó a los cinéfilos europeos. Con unos personajes llenos de fuerza y dualidades (sobre todo los femeninos) y una de las mejores fotografías jamás rodada, no era muy difícil que Yimou pasara a la historia del cine como uno de los grandes directores. Además, Yimou nos regaló también a una bella mujer oriental llamada Gong Li, con quien rodaría un total de siete películas hasta la fecha.
La tercera película de Yimou vuelve a ahondar en los sentimientos femeninos. Tanto, que incluso al hombre, marido rico con cuatro mujeres con quien pasar la noche, ni se le ve el rostro. Sólo percibimos su figura moverse de la casa de una esposa a la otra. Yimou embruja al espectador con sólo un decorado magníficamente fotografiado: el palacio del señor. Y dentro de éste, las mujeres, cada una con sus criadas y sus pensamientos, pasan los días y las noches no agraciadas con la linterna roja. Enrevesadas relaciones entre cuatro mujeres con un único objetivo: ser la favorita de un despiadado señor que se nos muestra sin un ápice de compasión.
Apunte personal: No entiendo por el afán de las concubinas de ser correspondida. De muy buen grado, dejaría que el marido se dedicara a jugar con mis hermanas.