4121

La marca de los cuatro


General

Titulo original: The Sign of Four
Nacionalidad: Reino Unido
Año de producción: 1923
Género: Suspense

Otras personas

Director: Maurice Elvey
Escritor: Maurice Elvey; Arthur Conan Doyle
Productor/Estudio: Stoll Picture Productions
Compositor:
Fotografia: John J. Cox

Funcionalidades

Duración: 83
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo:
Soporte: x264
Tipo archivo: AVI
Calidad imagen: Regular
Peso: 450 Mb

Reparto

  • Eille Norwood
  • Isobel Elsom
  • Fred Raynham
  • Arthur M. Cullin
  • Norman Page
  • Humberston Wright
  • Henry Wilson
  • Mme. d'Esterre
  • Arthur Bell

Sinopsis

Holmes y Watson son llamados a investigar un extraño asesinato en el sur de Londres, que parece tener sus raíces en unos acontecimientos habidos en la India algunos años antes.

Comentarios

La dirige Maurice Elvey, el equivalente (o casi) del norteamericano Allan Dwan, otro prolífico director. En el caso de Elvey, realizó más de doscientas películas en su carrera; y en la época silente dirigía veinte o más cada año. Tampoco fue lo único que firmó respecto al personaje de Sherlock Holmes, la celebrada figura surgida de la pluma de Arthur Conan Doyle.

"El signo de los cuatro" es una de las más conocidas novelas del escritor británico. Una joven acude a Holmes en busca de ayuda, ya que se siente víctima de un complot en el que se engloba el asesinato de su padre, el robo de un cofre repleto de valiosas joyas y una serie de intrigas y traiciones entre cuatro personajes que una vez fueron aliados para delinquir. Aquí, Holmes vuelve a hacer gala de su afamada especialidad en el transformismo y de su declarada misoginia, muy bien interpretado por Eille Norwood. En cambio, el Watson de turno, Fred Raynham, no encaja demasiado, ni en físico ni en su retrato del colega de Holmes, e incluso el guionista se permite la leve "traición" de hacer que se case con la joven protagonista.
Empieza la película con un ritmo excelente y algunos planos modélicos, como esos contrapicados hacia los ojos malévolos del falso hindú. Luego la trama se embrolla un tanto y hacia el final vuelve a resurgir con esa persecución ya clásica en las aguas del Támesis, momento en que Elvey aprovecha la coyuntura para fotografiar los ciento y un puentes de Londres con una descripción casi documental. En conjunto, el trabajo resulta más que aceptable y los ambientes urbanos de esa capital brumosa y húmeda dan la talla para resultarnos creíbles. Y Sherlock termina solo y tocando su amado violín, como todos esperábamos.