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Gigetta Morano, hoy prácticamente desconocida para casi todos los amantes del cine, fue una minidiva, por llamarla de algún modo, dado que su registro interpretativo no aspiraba a lograr la repercusión del trío Bertini-Borelli-Menichelli. Lo suyo era el tema cómico y en él se desenvolvió en casi toda su carrera. Sin embargo, en su momento gozó de una justa fama e incluso interpretó una serie de cortos y medios encabezados por su nombre ("Gigetta..."). De cara redonda, ojos vivarachos y poses divertidas, en sus filmes se incluyen títulos de aire español como "El diablo cojuelo" (1910) o "El barbero de Sevilla" (1913). Murió en 1986, a los noventa y nueve años, y se mostró por última vez en una pantalla en la célebre "I vitelloni", de Fellini, como madre de Alberto (Sordi).
"El reloj de sol del convento" es un mediometraje sin ínfulas de trascendencia; desenfadado, ligero y chispeante como una bebida con gas, cuenta la historieta de un pintor de mala muerte que recibe el encargo de restaurar los frescos de un convento-colegio de monjas repleto de picantes adolescentes dispuestas a enredar a todo el mundo con sus ingenuamente perversos manejos. Al pintor resulta que también le gusta la fotografía y en esa faceta cometerá una indiscreción que configura la trama central de este juguete cómico.
Aquí, a Gigetta le acompañó otro importante actor de esa época ya tan olvidado como ella: Eleuterio Rodolfi, con quien rodaría un montón de películas más, muchas de ellas en la factoría Ambrosio de Turín, que tantas joyitas nos legó para la posteridad (cuando pensamos en las muchas más que se han perdido, se nos encoge el alma). Y eso es todo. A Gigetta la veremos en alguna pieza más de este ciclo, es decir que tendréis ocasión de conocerla mejor.
En resumen, pícaro pintor, pícaras colegialas y monjas despistadas. Refrescad el ánimo que no todo había de ser dramas y sacrificios.